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viernes, 31 de mayo de 2013

Un viaje en tren con sabor a sueño.

A veces escucho una canción, o veo fotos de ciudades bonitas en las que me gustaría poder estar viviendo ahora mismo, y pienso que ya casi estoy a punto de poder rozar con mis propios dedos la llave que abre esta cárcel, también llamada Madrid.
Y una sensación de optimismo recorre mi estómago hasta salir en forma de sonrisa. Entonces me siento viva otra vez, con la fuerza necesaria para dejar atrás las palabras en forma de caricias que una vez me regalaron, pero que acabaron resultando ser cuchillos, o más bien cristales rotos.
Y vuelvo a tener ganas de enamorarme, de vivir nuevas experiencias, de nacer de nuevo después de haber estado tanto tiempo medio muerta.
Pero luego miro por la ventana, y mi realidad imaginaria se rompe. Veo que aún sigo detrás de los barrotes de mi alféizar, y que los edificios no han sidos sustituidos por la playa.
No me he ido, sigo aquí. Y saber que quizás nunca lo haga, me hace sentirme más encerrada que nunca.
La verdad es que no hay nadie a quien pueda dejar controlar mis pulsaciones o la velocidad a la que da volteretas el motor de mi sangre.
No he encontrado mi sitio, no sé dónde quiero estar, solo sé que quiero marcharme lejos cerca del mar, aunque no vayas a estar allí nunca más y nuestros trenes se hayan cruzado mientras intentábamos huir de la habitación que nos mantenía encerrados.
No tengo mi confianza puesta en alguien, ni un lugar al que escaparme.
Saber que tú sí, me hace sentir más sola y perdida que nunca.
Así que seguiré agarrándome a momentos de positividad espontáneos, hasta que llegue el día de ir hasta Atocha y poder decir adiós a estas calles grises manchadas de asfalto.
O puede que otra persona llegue antes, y sea la metáfora perfecta para un billete de tren, haciéndome unir realidad y sueño aunque sea solo por un tiempo, para poder huir a pesar de que sigamos quietos.
Quién sabe.
El caso es que es casi Junio, y ni mi patio es un puerto, ni mi cama está ocupada por alguien nuevo. Ni siquiera eres tú el que me espera tumbado, al menos no es a mi a la que sonríes desde debajo de tus sábanas.

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