Eras como el pilar que sostenía el refugio que me protegía, tan fuerte, tan capaz de todo... Y de repente un día, sin más, te derrumbaste por tu propio peso. Poco a poco fui enterrada entre los escombros de lo que una vez me mantenía segura, fue entonces cuando me di cuenta de que había construido mi fortaleza con mis propios miedos. Y tú, ahora derrumbado y hecho añicos, no habías sido capaz de soportarlos y te habías vuelto uno de ellos.
Esperé durante meses que te recompusieras, que volvieras a ser el pilar que una vez me hizo sentir segura. Pero no lo hiciste, ni tampoco vino nadie dispuesto a ordenar el desastre que habíamos causado.
Así que me levanté, y con los restos de lo que un día fuimos (refugio y refugiada) intenté reconstruir mi fortaleza. Esta vez sin pilares que la sostuvieran.
Hice mi propio muro, hecho de mis propios temores y mis propios límites convertidos en valor. Y una vez lo hube terminado, me di cuenta de que era demasiado alto como para que nadie más pudiera atravesarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario