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miércoles, 15 de mayo de 2013

El arte de crecer y ser feliz al mismo tiempo.

Un día te levantas y ya no mides un metro cuarenta. Tu pelo liso ha crecido considerablemente volviéndose medio rizado, y ni siquiera conservas ese flequillo que tu madre solía cortarte de manera tan meticulosa.
Te miras al espejo y ves que en tus rodillas ya no tienes costras, te das cuenta de que las heridas son ahora metafóricas y duelen incluso más que las que cualquier caída jugando al pilla-pilla podría causarte.
Tampoco las calles parecen iguales, han pasado de ser un lugar al que huir a una cárcel que te mantiene alejada de todo lo que quieres. Ya no tienes ganas de vivir aquí para siempre, quieres huir lejos del sitio donde te criaste, y la imposibilidad de salir corriendo te hace sentir como un pájaro enjaulado.
Así que supongo que crecer es salir de tu burbuja perfecta hacia el mundo real, donde todos pueden juzgarte y verte de todas las maneras posibles excepto de la correcta. Aquí están preparados y esperando el momento perfecto para destrozarte y hacerte desear ser una niña pequeña otra vez.
En el mundo real no puedes huir todavía, tienes que esperar a ser lo suficientemente mayor para coger un tren y marcharte. Y entre tanta espera se pasa la vida que nunca has podido vivir, porque estabas demasiado estancada en el pasado como para darte cuenta del presente.
Aún así, sigues soñando con que algún día volarás lejos, sigues sumiéndote en realidades alternativas y sigues pensando que la vida no es tan cruel después de todo.
Soñar, soñar y soñar. Quizás la única cosa que te mantiene viva.
Crees que tus planes de futuro seguirán siendo los mismos de aquí a diez años, que podrás escaparte al mismo sitio que tienes en mente ahora.
Pues no.
Al igual que aquel día en el que te diste cuenta de que ya no eras una niña, llegará el momento de bajar de las nubes, y ver la realidad tal y como es. Tendrás que dejar de huir a tu mundo para adaptarte a la monotonía de ser un adulto.
No tendrás una casita en la playa, no podrás coger un tren y marcharte lejos. No podrás, porque vives en una sociedad atada al dinero.
Pero no te preocupes, aún puedes seguir ignorando la realidad. Aún puedes convencerte a ti misma de que tienes el valor suficiente para ser diferente al resto.
¿Y qué si ellos se conforman con lo que tienen? ¿Y qué si ellos renunciaron a sus sueños?
Da igual lo que digan. Tendrás una casa junto al mar, comprarás un billete, te irás y serás feliz si quieres.
No importa que tengas que esperar, ya no eres una niña. Tienes edad suficiente para ser paciente y saber que no es necesario vivir enjaulada siempre. Ni siquiera entre los muros que tu misma has construido.

2 comentarios:

  1. Hoy, por primera vez, he leído una entrada tuya. Aunque llevaba tiempo queriendo hacerlo y no encontraba mucho tiempo. Nada, solo comentar que nada más he podido leer tres entradas y que luego o otro día seguiré. Me han gustado, me han tocado algo por dentro. Por eso no leo más, de alguna manera, aunque sea un poco raro, me dele leer lo que escribes. Y al mismo tiempo, me encanta.

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    1. Vaya, muchas gracias. De verdad eres la primera persona que comenta una de mis entradas, y me alegro de haber podido llegar a alguien con ellas. Espero volver a leer un comentario tuyo pronto c:

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