Seguidores

miércoles, 5 de junio de 2013

Metáfora de un adiós con matices de hasta pronto.

Eran las cinco y el sol ya se marchaba, no porque fuera de noche, sino porque estaba cansado de ver siempre el mismo azul panorama. Así que se fue la luz y vinieron las nubes con un velo gris que tapó el cielo.
Y todo se hizo más bonito aunque lloviera, puede que porque la verdadera belleza estaba en los truenos y no en el sonido de los pájaros.
Se hicieron las seis y aún seguían mojándose los cristales. Y las siete, y las ocho y las nueve. Y aún seguía sonando una melodía compuesta por relámpagos.
Al día siguiente no salió el sol, ni el viernes, ni el sábado.
Ya no existía esa estrella que nos dejaba ciegos con solo mirarla, impidiéndonos ver el mundo. Ya no hacía calor en primavera, ni frío en invierno; tampoco cantaban los pájaros, porque con tantos truenos se habían acabado durmiendo, y las ventanas se habían convertido en sólidas cataratas.
Y todo se hizo más bonito aunque lloviera, porque el sol nos había acabado deslumbrando demasiado.
Y hacía daño aunque fuera agradable sentirlo en la piel cada verano, aunque nos gustase salir a la calle y ver cómo las flores bailaban entre sus rayos.
El sol era precioso, pero quemaba.
En cambio la lluvia era todo lo contrario. Demasiado gris como para que supieran ver la belleza en ella, demasiado catastrófica como para que fueran capaces de soportarla durante mucho tiempo. La lluvia es tormenta, truenos y relámpagos, pero no hace daño.
Acaricia nuestra piel al mínimo contacto, y no duele mirarla, porque es precisamente lo que quiere que hagamos. La lluvia es música, tristeza y felicidad al mismo tiempo. La lluvia es arte hecho naturaleza.
Eran las cinco de la semana siguiente, y el sol no salía.
Ni nadie quería verlo, aunque se le echase de menos.
Y todo se hizo más bonito aunque lloviera, porque tanto sol nos había acabado ocasionando una sequía.
Y las nubes nunca se fueron, y nunca se apagó la tormenta.
Y siguieron sonando los truenos, los relámpagos y los rayos.
Y el sol no salía.
Ni nadie quería que lo hiciera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario