No vengas, no aquí. Aunque sea lo que más quieras hacer ahora mismo por los recuerdos que se esconden en estas calles estrechas, no lo hagas.
No importa que las luces de la Gran Vía te cieguen por la noche, y el parque del Retiro te parezca verdemente atractivo. No es la capital, es una cárcel que te encierra entre carreteras y museos.
Así que no vengas, no aquí. Quédate allí cerca el mar, y espérame hasta que pueda hacer las maletas para ir a buscarte.
Sé que es difícil, que llevas años soñando con venir y dar vida a lo único que te queda, que podrás teletransportarte al pasado aún estando en el presente o que encontrarás la felicidad en una sonrisa perdida que encaje con la tuya.
Pero no lo hagas. No vengas, no aquí.
Porque no quiero que las falsas estrellas te quiten el brillo de los ojos, o cojas el tren en dirección paralela y sentido contrario al mío. No quiero que estos barrotes de ladrillos te cojan también a ti.
Y no tengo derecho a pedirte que te quedes meciéndote con las olas, contando los minutos y segundos que quedan para que llegue, puesto que sé que no tienes intención de hacerlo.
Pero es que no quiero que termines de marcharte y volvamos a estar separados, con los lugares intercambiados. No quiero que nuestros caminos se crucen y no nos encontremos.
Así que no vengas, no aquí. Solo te pido eso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario