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sábado, 29 de junio de 2013

La chica del vestido azul

La vi a lo lejos, sentada mirando al mar. Estaba de espaldas, pero supe que era ella. Reconocería ese vestido azul en cualquier parte. Bajé las escaleras lentamente, y caminé hacia ella con paso firme.
Cuando estuve a su lado, me di cuenta de que estaba llorando, temblando y esforzándose por no emitir sonido alguno.
Ni siquiera se percató de mi presencia, estaba demasiado perdida en el ruido de las olas.
Ella, era débil. No porque su cara estuviera demasiado empapada o porque se hubiese dejado consumir por la arena. No era débil por sus lágrimas, sino por el motivo de ellas.
Y yo sabía su historia.
Sabía que había luchado demasiado durante varios años solo para no sentirse sola. Sabía lo mucho que había intentado matar a la muerte y traer de vuelta a la vida fantasmas del pasado.
Sabía que se había negado a ver la realidad porque era demasiado horrible para plantarle cara, y que cuando ese mundo que ella misma había creado terminó por desvanecerse, empezó a sentir los efectos de no saber cómo volver a encerrarse en él.
Sabía, también, que había encontrado la felicidad en el lugar equivocado, y que había visto perdices donde solo había un final trágico.
Sabía que estaba rota, que quería desahogarse y arremeter contra todos y contra todo. Que quería que el tiempo fuera su venganza, aunque éste para ella corriera demasiado rápido, alejándola de esa felicidad falsa que no hacía más que dañarla.
Yo sabía su historia, porque era también la mía.
Me senté a su lado y la miré hasta que se giró para devolverme la mirada. Entonces se dio cuenta de quién era, y supo por qué había venido.
Pensé que tendría miedo, que intentaría huir. Pero en lugar de salir corriendo, se apoyó en mi pecho y lloró aún más fuerte.
La abracé y sentí que sus lágrimas mojaban mi vestido amarillo.
-Ya ha pasado todo - la acaricié el pelo - ya ha pasado todo...
Se agarró a mi espalda con más fuerza, y aproveché para hacerlo.
La disparé.
Ya no se escuchaban lágrimas ni un <<¡Vuelve, por favor, te necesito!>> como música de fondo. Ya no se escuchaba nada, excepto el mar arañando la arena.
Había matado a mi parte débil y no estaba dispuesta a dejarla volver.
No estaba dispuesta a dejar que nadie me destrozase como a ella.
Ni siquiera yo misma.

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