Decías nada y todo al mismo tiempo, palabras vacías que escondían un <<te quiero>>. O se suponía que debían hacerlo. Aún así tu voz seguía siendo como una melodía perfectamente afinada que no me hubiera importado repetir en bucle en medio de una noche de estas oscuras, en las que ninguna luna puede dar falsa luz a una habitación apagada.
Estar contigo era como ser protagonista de una tragicomedia, tan llena de risas como de lágrimas y tan falsa y real al mismo tiempo como el teatro. Y aunque me hiciste creer que el papel principal era mío, no tardaste en buscarme sustituta aquel día que decidí dejar de actuar para ti, porque me había dado cuenta de que mi parte del guión era más extensa que la tuya.
Y se llenó el escenario de actrices y bailarinas de cabaret, a cada cual más vacía que la otra, acompañadas de la música de una orquesta que tocaba solo por el precio del contrato, sin tener en cuenta las notas musicales de los violines o el piano.
Siguieron bailando hasta que el teatro se quedó tan lleno como muerto, con personas que eran solo copias las unas de las otras.
Y tú seguías teniendo ese papel principal que solías compartir conmigo, seguías teniendo esa sonrisa ladeada que tantas veces quise enmarcar solo con mirarla. Seguías diciendo tus cuatro líneas mal escritas, pero esta vez no era yo la que actuaba contigo.
Conseguiste llenar el escenario transformando nuestra tragicomedia en un ''Moulin Rouge'' donde yo no aparecía, a la vez que llenabas mi espacio con chicas morenas de ojos verdes y rubias de ojos azules.
Pero seguías sin decir nada y todo al mismo tiempo, palabras vacías que escondían un <<te quiero>>.
Sin embargo allí ya no había nadie que quisiera escucharlo, porque tu única espectadora se había cansado de vivir actuando.
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