Dices, con los ojos en blanco y una sonrisa falsa, que nadie espera a nadie, que no van a esperarte. Dices, que ninguna chica va a quedarse mirando la puerta con la esperanza de que vuelvas, que una vez hayas hecho las maletas, no querrán que las deshagas.
Dices que todas son iguales, pero con un carmín diferente y los ojos más claros o más oscuros. Dices que no hay nadie que te haya tenido en cuenta. Que todas te han echado de su vida sin hacer nada por que te quedes.
Dices que nadie te ha querido, o que si lo han hecho no han sabido hacerlo lo suficiente. Dices que eres distinto, que no eres el típico chico que usa a las chicas como si fueran cámaras desechables.
Dices, dices, dices.
Dices tantas cosas creyendo saberlo todo, cuando en realidad no tienes ni idea de lo que hay detrás de una puerta cerrada.
Dices que tras el cerrojo no hay más que una chica esperando a que llegue alguien diferente para abrirlo, pero no te das cuenta de que estaba esperándote a ti.
Dices que no hay diferencia, porque nunca llegaste a ver lo que había debajo de sus cicatrices, ni te molestaste en saber qué pintalabios usaba. Ni siquiera te enterabas de que ella antes nunca había utilizado uno, hasta que quiso dejar marcas en el cuello de tu camisa. Sólo de tu camisa.
Dices que te tiraron como si no fueras nada, mientras tú fuiste el primero en girar el pomo de la puerta cuando a ti no te importó marcharte.
Dices que estabas enamorado, pero no sabes lo que es quedarse atascado entre una página y otra, sin poder decidirte entre releer lo que has escrito o empezar un capítulo nuevo. No sabes lo que es ser el juguete roto de alguien.
Dices que eres diferente, pero perdiste toda tu carisma cuando ella te susurró gritando desde el suelo y el vestido medio roto, que no quería que te fueras. Cuando el ''nunca más estarás sola'' se quedó en palabras vacías, porque sabías de antemano que no podrías cumplirlas.
Dices, dices, dices.
Dices, pero nunca preguntas nada. Te limitas a culpar al resto de tus propios errores, sin tener en cuenta que ellos ya tienen suficiente con los suyos.
Nunca te preguntas por qué se fue, sólo admites que tenía sus propios motivos, que no tenía claro lo que quería. Que no te quería lo suficiente.
Y no tienes ni idea de cuáles eran esas razones, de lo segura que estaba de que tenía que marcharse (y ''tener'' no es lo mismo que ''querer''); ni de lo mucho que acelerabas sus pulsaciones.
Puede que en lugar de dejar pasar las cosas y hacer como que nunca han existido, debieras empezar a ver todo por cómo es, y no por cómo quieres que sea.
Empezar a ver que puede que el día que llegue la última, no habrá otra que la sustituya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario