Me gustaban tus ojos, y tu pelo, y tu sonrisa. Y tú, tú también me gustabas. Tenías una forma de reír que más que risa era melodía, una melodía que hubiera escuchado en bucle si hubiese estado grabada en un vinilo.
Y tu voz, tu voz era sencillamente perfecta. Y tu nariz, tus lunares, tus piernas, tus brazos.
Tú, tus hoyuelos, tú.
Me gustaba cada rincón de tu cuerpo, me hubiese encantando poder acariciarlo yo misma, memorizarlo para poder fingir que te tengo a mi lado aunque sea solo un sueño con matices de realidad.
Eras perfectamente precioso para mí. No sé si para ella también, pero te aseguro que no tanto.
Y quizás esté exagerando, quizás se me haya olvidado mencionar alguna que otra cicatriz de tu piel o un mechón mal cortado. Quizás te vea a mi manera, y no como eres realmente.
Pero es que si no te tengo, al menos déjame pintarte en mi cuadro de recuerdos con paletas de colores que aún no han sido utilizadas. Déjame que te acaricie desde lejos sin tocarte. Déjame ponerte el nombre de platónico si no puedo tenerte.
Serás la inspiración detrás de cada palabra. Serás mi poesía y yo la idiota que te escriba aún sabiendo que no vas a leerme.
Serás mi secreto mejor guardado, porque nadie más que yo sabrá que es a ti al que estoy intentando hacer inmortal con cada historia, con cada texto que pinte mi bolígrafo.
Serás mi todo y yo seré tu nada.
Me gustaban tus ojos, y tu pelo y tu sonrisa. Pero tú no me gustabas. Yo a ti te quería.
¿Puedes tú decir lo mismo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario