Haré que te deshagas de esa camiseta con estampado de problemas y que dejes de odiar las madrugadas para empezar a amarlas. Haremos música sin necesidad de una guitarra, con la única luz de la ventana y la habitación apagada. Memorizaré con los ojos cerrados cada rincón de tu espalda, como si fuera el mapamundi de tu propio cuerpo; y tú rozarás el mío como queriendo encontrar mi archipiélago perdido de lunares.
Encajaré mi paréntesis con el tuyo, y formaremos el antónimo perfecto de tristeza.
Yo seré tuya y tú serás mío.
Y no habrá olvido que pueda borrar este recuerdo, porque seremos inmortales durante un tiempo.
Escribiré a fuego tu nombre en mis besos, y los guardaré para más tarde. Para cuando no quede nada excepto los restos de lo que un día fuimos y seremos, aunque no quieras reconocerlo.
Te salvaré de ti mismo, o de mí, quién sabe. Fingiré ser tu salvavidas aunque ya no me quede aire. Y no me importará que me rompas, porque al menos llevaré heridas con tu nombre.
Tú serás mi poesía y yo la metáfora que la adorna. Y seremos inmortales en el borde de unos versos escritos a base de recuerdos.
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