Nos soltaron sin decirnos de qué iba la cosa, sin explicarnos qué teníamos que hacer y qué no, con la única guía de los rumores que habíamos escuchado a los que ya habían pasado su prueba.
No conocía a nadie, ni nadie me conocía a mí, sin embargo todos estábamos en la misma situación e igual de desarmados. O al menos eso creía.
Algunos temblaban de miedo mientras otros lo hacían de nervios; unos cuantos miraban a los demás como si fueran sus presas, deseando que sonara el toque de salida, y el resto éramos un cuadro abstracto pintado con una extensa paleta de diferentes reacciones. No sabíamos qué sentir.
Pero entonces sonó.
No fue un disparo ni un timbre, sino la voz de un hombre, la que nos indicó que había comenzado.
-Corred y encontrad vuestra mitad. - Se limitó a decir.
Y eso empezaron a hacer.
Un caos de empujones y gente gritando me rodeó en cuestión de segundos, sin dejarme siquiera tiempo para pensar qué significaba eso de ''mi mitad''. No entendía cómo podían correr sin saber qué buscaban.
<<¡Quita!>> o <<¡¿Eres mi pareja?!>> era lo único que podía oírse de fondo.
Todo era un auténtico desastre, una marea de personas desesperadas que no sabían lo que querían.
Un último empujón me hizo caer al suelo, y entonces reaccioné. No iba a dejar que nadie me pisara o me derrumbase. Me levanté y salí corriendo fuera del mogollón antes de que el cúmulo de gente acabara por asfixiarme.
Tomé aire y miré hacia atrás. Por primera vez me alegraba de estar sola.
Sin embargo, estaba equivocada: otras dos personas más habían salido corriendo unos segundos antes que yo. Iban de la mano, riéndose, siendo aparentemente felices entre tanto desastre. Como no parecieron verme, me escondí detrás de un árbol.
-Me alegro de haber encontrado mi mitad tan fácilmente... - dijo ella acercándose a él.
-Yo me alegro de haberte encontrado a ti. - La abrazó.
Entonces lo entendí todo. ''Mi mitad'' era otra persona y tenía que encontrarla, el problema era que no tenía ni idea de quién podría ser ni de cómo se suponía que iba a saberlo.
La empalagosidad que desprendía la pareja me dio ganas de vomitar. Pareceré una amargada diciendo esto, pero por aquel entonces consideraba que demostrar los sentimientos tan fácilmente era algo demasiado azucarado para mí.
Estaba dispuesta a marcharme cuando volví a escuchar la voz de la chica, esta vez gritando de dolor.
-Creí... que eras mi mitad... - susurró por última vez.
-Creíste mal. - sonrió ladeadamente mientras guardaba el cuchillo en su mochila.
Fue como ver la luz al final del camino, como cuando resuelves un problema de matemáticas que encontrabas imposible. Así me sentí cuando descubrí por qué la gente corría desesperada tratando de encontrar a su pareja, gritando, huyendo...
Intentaban escapar de las personas que querían traicionarlas, y solo encontrando a su mitad serían capaces de salvarse.
Aún así, seguí sin encontrarle el sentido a por qué hacían de algo bonito, una cacería. Hubiera sido más fácil preguntar educadamente <<¿Eres mi pareja? Oh, ¿no? Bueno, ¡suerte!>> en lugar de herir a la persona incorrecta.
Supuse que nos soltaban de esa manera, para enseñarnos a ser fuertes.
-¿Disfrutaste del espectáculo?- Una voz rasgada sonó a mis espaldas.
Me sobresalté, no esperaba que hubiera alguien más escondido.
-Yo... pensé que no había nadie. - Dije, intentando disimular el temblor de mis piernas.
Le observé con detenimiento. Era un poco más alto que yo, lo suficiente como para poder llamarme enana si quisiese; su mochila estaba medio vacía y se le veía poco cansado, así que deduje que él también había estado escondido. No parecía de ese tipo de personas que van hiriendo a los demás.
-¿Quieres ser mi pareja? - sonrió, tendiéndome la mano.
-¿Eso se puede hacer? -No terminaba de fiarme.
-¿El qué?
-Fingir que alguien es tu mitad aunque no lo sea. - Mi voz sonaba débil. Yo era débil.
-Siempre y cuando no vayamos a hacernos daño... sí.
No esperó a que respondiera ni yo le hice prometerme nada, solo cogió mi mano y salimos corriendo.
Apenas sabía su nombre, si su color favorito era el verde o el azul, si tenía miedo igual que yo o si por el contrario solo estaba usándome como salvavidas hasta que sonara el toque de queda. Pero corrí, y me sentí segura.
Llevábamos poco tiempo huyendo, cuando se paró en seco. Se giró para mirarme y soltó mi mano para apartar las ramas de unos árboles, dejando al descubierto un acantilado.
-Hasta aquí hemos llegado.
Sonrió, y vi en su paréntesis la sombra de lo que sería mi final.
No me dio tiempo a arrepentirme, cogió mi brazo y me empujó. Y aún mientras caía, seguía pensando que saltaría para buscarme.
Pero no lo hizo, se quedó mirando desde arriba, con arañazos en sus manos como único recuerdo de mi nombre.
Todo se volvió oscuro, creí que mi vida terminaba ahí.
-Número de muertes: 1. Sigue intentándolo. - dijo una voz mecánica desde alguna parte.
No había muerto, había vuelto a nacer.
Me puse en pie. Ya no era débil, ya no me fiaba de los demás ni estaba dispuesta a morir otra vez. Si alguien tenía que caer por un acantilado, sería Él.
Salí corriendo, sabía que tenía que hacerlo sin dejar que nadie me atrapase, sabía que nadie debía escogerme.
En aquel campo me di cuenta de que hay personas que juegan solo por el placer de sentir que llevan el control, creyendo que eso les hace más fuertes. Pero no son más que unos cobardes con miedo a perder.
Hubiera ido hacia la multitud de haber sabido dónde estaba. Había caído a una especie de despeñadero vacío.
En cierto modo, eso me mantenía segura: nadie podría hacerme daño. Sin embargo, no quería estar sola.
Corrí y corrí, huyendo de nada y buscándolo todo, hasta que comprendí que para encontrar algo (o más bien a alguien) tenía que escalar el acantilado.
Abrí mi mochila y lo único que vi fueron armas que no estaba dispuesta a usar. Si iba a hacer daño, sería a la misma persona que me tiró a este pozo sin fondo.
Así que tuve que salvarme yo sola, sin poder usar una cuerda y sin poder llamar a nadie para que me tendiese una escalera.
Subí, ¡vaya sí subí!
Me hice arañazos y cortes en las manos, dejé de sentir los brazos y estuve a punto de caer cientos de veces, pero no me rendí nunca.
Y al final, después de destrozarme yo sola, conseguí llegar arriba.
Me tumbé en la hierba, no tenía miedo de que alguien pudiera verme porque sabía que tenía la fuerza suficiente como para defenderme.
<<He subido un acantilado, ¿qué no podré hacer?>> me dije a mí misma.
Escuché pasos, pero esta vez no iba a esconderme.
-¿A cuántas has tirado tú? - preguntó una voz aguda.
-A cinco - rió - ¿quién nos iba a decir que La Prueba no era más que un juego?
Un coro de risas resonó cada vez más cerca, hasta que me vieron.
-Mira, otra - susurró el de la voz de chica.
-¿Vas tú o voy yo?
No le di tiempo a responder, me puse en pie de un salto y me acerqué con paso firme. No se esperaban mi reacción, así que se echaron hacia atrás sin quitarme los ojos de encima.
Metí mi mano en el bolsillo y rocé con la punta de los dedos una pistola.
Cuando les tuve delante, no dije nada. Pasé mi mano por el cuello del de la voz aguda y susurré:
-¿Número de muertes?
-¿Qué?
-¿Número de muertes? - repetí, acercándome más a su oído.
-Ninguna.
-Error. - le tiré al suelo.
El otro chico hizo un amago de sacar un arma, pero le disparé antes de que pudiera hacerlo.
Me acerqué al de la voz de pito, que aún estaba tumbado por el golpe, y le pisé para impedir que se levantara.
-¿A cuántas dices que has matado? ¿Cuatro? - dije sarcásticamente- Ah no, eran cinco...
-¡No me hagas nada, quiero llegar limpio al toque de queda! - Me rogó.
-Ah, quieres llegar limpio... - asintió - Bueno, pues saluda a esas cinco chicas cuando las veas.
Y disparé.
Aún recuerdo como si fuera ayer el momento en el que hice daño a alguien que se lo merecía, lo sucia que me sentí a pesar de que estaba haciendo una especie de justicia.
Prometí que nunca más volvería a hacerlo.
Eché a correr, todos aquellos acontecimientos me habían hecho ver que ''mi mitad'' no estaba en los alrededores, que ahí solo se escondían los cobardes como el de la voz de niña o Él, el que me empujó al vacío. Y yo no era una cobarde.
Así que me dispuse a llegar a la muchedumbre y encontrar a mi pareja, por muy difícil que fuera.
Muchas veces intentaron agarrar mi mano personas que no eran la correcta, algunos incluso se engancharon a la manga de mi camisa sin querer soltarla, implorándome que fingiera ser su mitad para salvarles.
Pero no les hice caso, seguí mi camino hasta llegar al inicio de todo.
Volví a ver el caos del que una vez conseguí escapar, y me di cuenta de que lo echaba de menos. Estaba cansada, sentía que mis fuerzas se habían quedado en el despeñadero o en la pelea que había tenido con aquellos dos idiotas. Aún así, hice un esfuerzo por llegar, arrastrando los pies a la vez que me arrastraba a mí misma.
Estuve a punto de entrar, de rozar con la punta de mis dedos los gritos de los que aún andaban perdidos buscando su sitio, cuando alguien se me lanzó tirándome al suelo.
Empezamos a forcejear. No sabía si quería matarme, pero me negaba a volver a escuchar la voz metálica de aquella mujer, subiendo mi ''número de muertes'' a dos.
Rodamos por la hierba hasta que me sujetó las manos y me miró fijamente. Tenía los ojos marrones y el pelo alborotado, no sabía si porque había luchado demasiado o porque había sido siempre así.
Se quedó mirando las marcas de mis brazos, estudiando cada una de mis heridas. Y sonrió de una manera que no había visto nunca antes. No como Él o como el chico que vi cuando estaba escondida tras un árbol. Sonrió... de verdad.
Pero yo ya no creía en las sonrisas, así que le di una patada y le tumbé, cambiando de roles.
Esta vez fui yo la que vio sus heridas, y me di cuenta de que eran como las mías, encajaban.
-Así que eres mi mitad. - Se encogió de hombros.
-Supongo. - Volvió a adornar su cara con ese paréntesis que tanto me gustaba.
Le solté, deslicé mis manos por sus brazos hasta llegar a las suyas y entrelacé mis dedos con sus dedos fuertemente.
Había encontrado a la mitad que me completaba y ya nadie podría hacernos daño.