Me gustaría poder tenerte tirado en mi cama, con la espalda al descubierto. Entonces me quedaría mirándote desde una esquina de mis sábanas, intentando memorizar cada lunar que adorna tu piel, para después trazar con ellos constelaciones con mis propios dedos.
Te convertirías en mi cielo por la noche, con sus estrellas color café y algún que otro cometa con complejo de cicatriz.
Un cielo hecho de carne y huesos, de lágrimas secadas hace tiempo y sonrisas imposibles de borrar.
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