La tercera vez que la vi, era sábado. El viernes no fui capaz de ir al café, porque me daba vergüenza encontrarme con ella, más aún sentarme en la mesa contigua.
Cuando entré, ella no estaba. El presidiario tampoco había venido, el único rostro conocido era el del pintor que tamborileaba la mesa nervioso con los dedos. Parecía que estuviese esperando a alguien, incluso creí haberle visto resoplar cuando se dio cuenta de que yo no era quien deseaba que fuera.
Me senté en el lugar del día anterior e hice a James un gesto para que viniese.
-¿Qué pasa Rick? Ayer no te vi por aquí, y hoy me haces venir a tu mesa...
Su voz tenía una mezcla de preocupación y curiosidad.
-No pasa nada, es que estuve ocupado - mentí-. Te llamaba para decirte que hoy quería chocolate.
-Ah... -asintió- ¿cómo el que toma ella? - inquirió burlón -. ¡Pero si a ti eso no te gusta!
-A lo mejor el tuyo sí - bromeé.
Se echó a reír y me respondió con unas palmaditas en el hombro antes de marcharse en busca de lo que le había pedido.
Pasó cerca de media hora, y aún no había dado ni cinco sorbos a aquel mejunje azucarado. Empezaba a preocuparme por que ella no llegara, cuando apareció por la puerta.
Hoy iba diferente, tenía el pelo recogido. No le quedaba mal.
Ella se paró en seco, como si no supiera dónde sentarse. Se mordió el labio, dubitativa, y luego me vio.
Me miró durante unos segundos, consternada, intentando buscar una forma de reprocharme sin necesidad de usar las palabras. Luego me di cuenta de que no, que no estaba enfadada conmigo, que sólo intentaba encontrar una manera hierática de mirarme.
Para mi sorpresa, se dirigió hacia la mesa del artista, que estaba un poco más adelante de la mía. Creía que iba a sentarse con él. Tenía sentido, quizás el viernes él se hubiera acercado a ella y hubiesen quedado hoy.
<<Debí haber venido, estúpido cobarde>> pensé.
Pero no. Pasó de largo y se sentó en el mismo lugar de aquella vez, al lado mío.
No pude ver la cara que puso el pintor cuando vio que ella no eligió su compañía, sin embargo noté una especie de dejadez en sus hombros cuando el paso firme de la chica siguió más allá de su espalda.
Una vez se hubo quitado la chaqueta y pedido a James lo que quería, escuché cómo volvía a sacar un cuaderno de su bolso. Después, silencio.
¿Qué hacía? No me atreví a mirarla.
No se escuchaba nada proveniente de su mesa, quizás estaba mirándome. No, no, eso jamás pasaría. Yo era un torpe.
Silencio otra vez hasta que, de repente, sucedió.
Un bolígrafo escribiendo, una hoja siendo arrancada de su cuaderno. El suave tacto del papel doblado rozando mi brazo para después caer junto a la fría vela...
Una nota. Me había escrito una nota.
Parpadeé varias veces, perplejo. Por un momento vinieron a mi mente recuerdos del colegio, cuando a escondidas del profesor pasaba notitas a mis amigos.
La abrí cuidadosamente, para leer: <<A ti no te gusta el chocolate, lo tuyo es el café>>.
¿Cómo sabía ella que el chocolate caliente no me gustaba? ¿Había estado mirándome, observándome, cuando yo no la observaba ni miraba a ella?
Ninguna otra persona hubiera hecho aquello. Era extraño que alguien escribiera una nota a un destinatario desconocido, sólo para decirle qué bebida le gustaba más.
No la miré, pero sabía que ella sí lo estaba haciendo.
- Tu café, querida - le dijo James.
Ya está, era mi oportunidad. Saqué mi pluma del bolsillo y arranqué una hoja de mi cuaderno.
<< A ti no te gusta el café, lo tuyo es el chocolate>> escribí.
Doblé la hoja y la dejé lindando con su mano, casi rozando sus dedos. Después escuché, sin mirarla, cómo la abría y sonreía tras leer mi respuesta.
Jugueteé con el borde de la taza a la espera de su nota. Entonces su silla se movió y ella se levantó.
¿Se marchaba? No, ¡tenía que contestarme!
No, no se marchaba. Me calmé. Se sentaba conmigo.
¡¿Se sentaba conmigo?!
Sí, se sentaba conmigo.
Dejó el bolso en el suelo y deslizó su carta hasta mí, apoyando su mentón en el dorso de sus manos mientras miraba cómo la leía.
<<Podemos intercambiarlas>> ponía.
Levanté la mirada y ella empujó su taza de café. Me alentó con la mirada a que yo hiciera lo mismo con la mía, y así lo hice.
Fue un intercambio rápido, como si ambos recipientes de porcelana fueran fichas de hockey sobre un tablero elegante de madera.
Ella dio un sorbo al chocolate, cerrando los ojos, y luego abrazó la taza con sus manos.
Tenía que hablar, tenía que hacerlo. El primer paso fue suyo, me correspondía a mí dar el segundo.
-¿Cómo te llamas? -dije, por fin.
-¿Qué nombre me echas? -sonrió ladeadamente.
-¿Violeta?
Arrugó la nariz.
-¿Beth?
-Hm, ¡frío!
-¿Maira?
-Casí, pero no.
-Oh, me rindo -reí.
-Maya, me llamo Maya.
-¿Como la abeja?
-Vaya... qué original - respondió sarcástica.
Bebió un poco de chocolate y luego preguntó.
-¿Y tú?
-Yo Rick. Me llamo Rick - sonreí.
Ella me devolvió la sonrisa y dejó la taza sobre la mesa.
-Bueno Rick, creo que me debes una disculpa.
La miré extrañado, luego recordé el incidente del jueves y noté cómo me ponía rojo.
-Lo siento, sólo quería saber qué estabas escribiendo - me rasqué la nuca -. Yo también escribo.
-Dos escritores conociéndose, esto está condenado al desastre - alargó un poco el sonido de la ''a''.
No supe a qué se refería.
-¿Qué escribías?
-¿Es que acaso eso te importa? - ladeó la cabeza y arqueó una ceja.
-Pues sí, en realidad sí me importa.
Maya se cruzó de brazos y me miró.
-Cada persona tiene un mundo, y rara vez se muestra a alguien ajeno a él -se irguió.
-La curiosidad mató al gato, supongo - bromeé y ella rió.
Se hizo un silencio incómodo. Yo seguí mirándola, porque no podía dar crédito al gran giro de acontecimientos que había pegado la historia.
La primera vez que la vi ella no me miró. La segunda vez ella se enfadó conmigo. Y la tercera vez se acercó a mí como si nada hubiera pasado. No era real, no podía serlo. Todo resultaba extraño, como un sueño.
¿Acaso estaba dormido? ¿Seguía siendo viernes por la noche?
Maya miró su reloj.
-Tengo que irme - se levantó y se puso la chaqueta -. Supongo que, ¿hasta mañana?
-Hasta mañana - asentí con la cabeza.
Y se marchó dejando toda la estancia a oscuras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario