Es curioso lo rápido que pasa el tiempo sin apenas poder controlarlo. Lo rápido que pasan los momentos y lo tarde que nos damos cuenta de que ya han desaparecido, de que ahora son sólo recuerdos a los que algún día querremos volver.
Pero no se puede, es imposible recuperar lo que se pierde.
Es curioso. Simplemente curioso.
Aún me acuerdo de tu voz. De tu estúpida manía de ocultar todos tus problemas bajo una máscara de impertinencia y falsa seguridad en ti mismo.
Maldita máscara que no te quitaste ni siquiera para dejarme destruir tus miedos.
Ojalá hubiera podido romperla por aquel entonces, darte una bofetada de realidad y hacerte ver que no se puede hacer desaparecer un problema sólo con no mirarlo.
Pero ha sido ahora, a las dos de la mañana, cuando me he dado cuenta de que en parte, la culpa es también mía. Debí haberme puesto bajo esa cubierta de porcelana blanca. Debí haber visto que no eras tú, que era ella.
Es tarde. Ya es demasiado tarde. Siempre lo es.
Maldita soledad, que es la única que me hace necesitarte, darme cuenta de que te echo de menos. De que quiero volverte a oír aunque sea de lejos y en una risa que no va dirigida a mí.
Que quiero verte. Quiero verte.
Quiero protegerte del mundo, secarte las lágrimas que tantas veces dejas que deslicen tus mejillas. (Dichosa costumbre la tuya la de llorar demasiado).
Quiero abrazarte por primera vez pero nunca por última, y que te acostumbres tanto a mí que me detengas cada vez que vaya a cruzar una puerta.
Quiero... simplemente quiero.
Es curioso lo rápido que pasa el tiempo y lo lento que va cuando te echo de menos, parece que lo hiciese aposta.
Algún día me vengaré de las agujas del reloj. Las pararé y las obligaré a ir hacia atrás para así poder encontrarte.
Aunque sea sólo quitándole las pilas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario