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viernes, 25 de octubre de 2013

Un ramo de Anthemis arvensis hecho palabras.

Hoy el día estaba gris. Estaba gris, sí, y triste. También por ti. Y a pesar de que yo siempre fui de las que se decepcionaban al abrir la ventana y ver un sol más brillante que cualquier gota de lluvia en un charco, hoy, no quería que lloviese.
No eran color tormenta las nubes, ni sonaban igual los truenos golpeando los cristales. No, esta vez no era una orquesta, era un llanto.
Y quién no va a llorar un día como hoy, si hoy era tu día y tú eres la única persona que falta.
Quién no va a llorar, si sea 25 o 24 se nota más tu ausencia que un bache en el asfalto.
Quién no va a llorar. Quién.
Si el tiempo pasa tan deprisa, que parece mentira que me haya hecho falta escribir la fecha en un cuaderno para darme cuenta de que eras tú la que fingía ser viento por las mañanas con tal de acariciar mi pelo.
Y aún así, no quise aceptar que ya volvía a ser hoy, que tú habías vuelto, tristemente, de manera metafórica.
Igual de metafórica que esto que te escribo, en un último intento de que salgas de la retórica y regreses, una vez más, para estar conmigo.

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