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domingo, 16 de diciembre de 2012

3.


Se dio la vuelta y no dijo nada más, tan solo se fue. Ella no era capaz de olvidar esas últimas palabras que la marcarían para el resto de su vida: ‘’Se acabó’’.
¿Cuándo se supone que algo acaba? ¿En qué momento sabes que no hay alternativa, que no se puede continuar? Ella nunca tuvo esa sensación, tan solo se dejó llevar por el momento, la felicidad y la ilusión; y, cómo no, todo terminó en tristeza.
Los finales felices no existen, los finales nunca son felices. Pero realmente nada acaba. En el momento en el que alguien sale de tu vida, otra se prepara para entrar, o al menos eso dicen.
Ella hacía tiempo que dejó de creer en esas cosas. Cuando alguien se va, se va y ya está. No tiene por qué entrar alguien nuevo, si eso pasara no habría personas que mueren solas.
Eso era lo que más solía asustarla: no tener a nadie el día que su corazón dejara de latir. Pero ahora, eso no le parecía tan malo. Cada vez que alguien la dejaba, se sentía más sola que cuando no tenía a nadie. Es un vacío demasiado grande el que deja una persona al marcharse, mucho más grande que cuando estás solo de verdad, porque echas de menos momentos que ya nunca más vas a vivir. Nunca más se van a repetir porque esa persona no estará contigo para vivirlos. Y ella se dio cuenta en el momento que le vio marcharse, recoger sus cosas y cerrar la puerta tras de sí.
Le habían hecho daño una vez más, pero estaba convencida de que sería la última. Jamás volvería a querer a nadie, al menos intentaría no hacerlo. Ahora ya sabía que todo terminaba, y prefería mil veces estar sola, que ser feliz efímeramente para luego sumirse en una interminable soledad.
Las cosas se superan. Pero mientras, se pasa mal. Muy mal. Y ese período de rehabilitación es lo que a ella le quitaba las ganas de ser feliz con alguien. Ella jamás iba a hacerse daño a sí misma, a diferencia de las personas que habían pasado por su vida. Había acumulado muchas cicatrices y su piel estaba demasiado desgastada, ya no había sitio para más.
Así que ella también se giró, borró de su memoria esos últimos meses de su vida, y se fue a su habitación, que ahora era solamente suya, a leer, a ver una película o simplemente a imaginar. Porque había descubierto que era más feliz en mundos que no existían, que en la propia realidad. 

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