Nunca llegué a acostumbrarme a la realidad, era demasiado
patética comparada con lo que siempre soñaba. Pensar que los finales felices
existían fue una tontería, al menos para mí las cosas nunca terminaron de esa
manera.
A día de hoy sigo preguntándome por qué las mejores personas
son las que peor lo pasan en la vida, por qué gente que se dedica a destrozar sueños
ajenos tiene todo lo que desea y es completamente feliz, mientras que los demás
tenemos que aguantarnos con las burlas del destino. ¿Por qué yo no tengo la
misma suerte que ella?
Con cada hora que pasa me doy cuenta de que no puedo hacer
nada, y eso es lo que me mata por dentro. Ella lo tiene demasiado fácil, porque
todo lo que quiere se encuentra a dos pasos de su casa, y en cambio yo tengo
que pagar un billete de tren para poder tenerlo. Y ese es, quizás, el verdadero
problema: que nunca podré estar cuando él me necesite.
Entonces me doy cuenta de que no puedo luchar aunque quiera,
no puedo evitar perder lo único que me queda, porque directamente ya lo tengo
perdido. Es como tener las manos y las piernas atadas mientras dejo que alguien
me pegue una paliza: por mucho que quiera darlo todo y dejarme la vida en
ganar, no puedo.
Así que lo siento, pero no soy capaz de luchar por ti ni por
mí misma, ni tampoco soy capaz de dejarte ir, porque llegará el día en el que
tenga una oportunidad para hacer que todo cambie. Y, créeme, haré todo lo
posible para que sea cuanto antes.
Mientras tanto veré cómo te alejas y no haré nada para
pararte, porque sé que no quieres quedarte conmigo. De modo que si realmente
vas a ser completamente feliz cambiándome por otra persona, hazlo, me importan
más tus sentimientos que los míos. No me importa esperarte, nunca me importó. A
diferencia de ti.
No hay comentarios:
Publicar un comentario