(Porque bien sabes que mi voz aún no termina de hacerme mucho caso, y me desobedece cada vez que le pido que se calle).
Así que déjame decirte, ahora que tengo domesticado a mi bolígrafo, que esta es la cuarta carta que te escribo, y que muy probablemente habrá una quinta. Déjame decirte todo lo que yo no me dejé decirte.
<<¿Y qué quieres decirme?>> preguntas.
Pues quiero decirte.
Quiero decirte.
Describirte como se describe a una persona idealizada. Gritarte, si hace falta, que eres la tormenta más perfecta que se ha atrevido a despeinarme, y la calma de mis propios diluvios.
Quiero hacerle ver al mundo que eres las golondrinas de Bécquer y los caminos que nunca recorrió Machado. Y que si tú ríes, la primavera se detiene al compás del estremecimiento de tus hombros para ver, ensimismada, lo bonitos que son tus hoyuelos.
Quiero decirte, hacerte metáfora. Hacerte ver que eres la razón por la que me vuelvo completamente loca en un mundo de cuerdos.
(Pero, ¿qué es un mundo de cuerdos sin locos con el corazón roto?)
Pero, dime, ¿qué es un mundo sin ti?
Te escribo, para decirte. Simplemente decirte.
Y hacerte saber, de paso, que eres la decepción más bonita que ha pasado por mis poemas.
Así que ahora déjame que me marche
y si algún día vuelvo a verte
entonces
dime
si alguna vez te levantaste
echándome de menos.
Casi siempre tuya, Lorraine
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