Decían que estaba completamente loca. Pero no una de esas locas de manicomio, sino una de esas otras que pierden la cabeza por alguien.
Decían que estaba tan loca que se compró un apartamento en la playa sólo para verle a él caminar por el paseo marítimo todas las mañanas de camino al trabajo. Dicen que le besaba por todas partes excepto en los labios, porque adoraba cada uno de sus lunares.
Que le quería tanto
que dejó de quererse a sí misma
y era incapaz
de mirarse en un espejo
sin echarse a llorar.
Porque la otra era más guapa, tenía los ojos más bonitos y el pelo perfectamente ondulado. Porque la otra era más bajita y menos delgada y tenía unas curvas en las que era fácil estrellarse.
Porque la otra no estaba loca y por eso él la prefirió antes que a ella.
Y entonces perdió aún más la cordura porque quería ser perfecta pero no sabía cómo. Y se pintaba los labios de rojo aunque se creía que no le favorecía y de la rabia rompía los espejos y se hacía no apropósito heridas más grandes que las metafóricas que la consumían por dentro.
Que le quería tanto
que dejó de querer a nadie más
y era incapaz
de mirar a alguien
y no ver maldad en sus ojos.
Porque él quería a la otra y acabó destrozándola a ella. Y creyó que si nadie la había querido nunca entonces no tenía sentido seguir buscando unos brazos en invierno.
Decían que le quería tanto
que murió de pena
e incluso muerta
creció una flor
para seguir cuidando de su amado
y ser
por fin
perfecta
aunque ella ya lo era
pero estaba
tan ciega
que se creía fea
y eso era lo que la hacía
completamente preciosa
a los ojos de cualquiera.
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