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sábado, 30 de marzo de 2013

¿Conoces esa sensación?

¿Conoces esa sensación cuando tu vida llega a un punto en el que no eres feliz? Cuando todo lo que te daba algo por lo que levantarte se encuentra en meses que ya han desaparecido.
¿Conoces esa sensación cuando alguien te suelta la mano? Te sientes perdido y un miedo inmenso a no volver a encontrar ese agarre te inunda sin a penas darte cuenta.
¿Conoces esa sensación cuando crees que no tienes a nadie? El pecho se te encoge, y desearías por un momento que esa persona que has perdido regresara, por mucho daño que te hubiese hecho, con tal de no estar solo otra vez.
¿Conoces esas sensaciones? ¿De dolor, soledad, angustia, infelicidad? ¿Las conoces o ni siquiera te he dejado huella como para hacerte sentir tanto?
Porque yo sí, y creo que nunca dejaré de sentirlas.

martes, 26 de marzo de 2013

Me fui, me dejaste ir, te fuiste.

Me hacía más daño estar contigo que sin ti, así que te empujé lejos y me fui, y por un momento mientras corría por las calles vacías pensé que quizás me detendrías. Pero no.
Me fui, me dejaste ir, te fuiste.
Y el dolor seguía estando ahí aunque tú ya no estabas, aunque esta vez me dolía el hueco que dejaste.
Y dolía, y dolía, y dolía.
Así que decidí apartarte de mi completamente, afrontarme al problema en lugar de huir, pero cuando llegué lo que vi no fue un chico demolido por la pérdida de alguien. No.
Te vi a ti siendo feliz con alguien que no era yo.
Y es curioso, ¿sabes? Que aún siga derrumbándome como una niña pequeña mientras tú juegas a que el tiempo borra la poca huella que dejé en ti.
Me sequé las mejillas ahora húmedas, más por rabia que por pena, y te borré de lo que venía siendo el desastre de mi vida. O al menos eso quise pensar.
Pero, la verdad es que aún siento un vacío en ese espacio que has dejado. Y me hace daño.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Tú eres mi primavera.

-¿Sabes? Creo que me gusta la primavera - dijo mientras miraba por la ventana - pero no me he dado cuenta hasta ahora.- Calló por un momento, tragó saliva y luego prosiguió -. Siempre pensé que lo mío era el invierno, con el frío cortante de cada madrugada que me hacía desear que fuera verano.
Verano... también creí que me gustaba. Pero no, demasiado calor - bromeó-, y bueno, el otoño, ¿qué decir? sigue encantándome la lluvia y la manera que tiene de mojarme el pelo -dijo con una sonrisa nostálgica-.
Odiaba la primavera, tan llena de vida y tan... diferente. Con todas esas flores que me hacían estornudar nada más olerlas y esos cambios de temperatura tan inesperados - hizo una mueca de disgusto -. <<Definitivamente prefiero el verano>> Decía.
Pero no -negó con la cabeza-, estaba demasiado ciego quejándome del polen como para darme cuenta de que me encantaba caminar con el sol rozándome la cara, acariciándome, transportándome a otro mundo con solo cerrar los ojos. Y las flores de los árboles, ¡oh, las flores!, que colorean las calles tan sucias de gente.
Los pájaros que vuelven a cantar por las mañanas o el viento que en lugar de golpearte las mejillas nada más despertar, te las besa.
Sí, me encanta la primavera - se giró y la miró con una sonrisa -. ¡Tú eres mi primavera!

viernes, 15 de marzo de 2013

Te quería.

Siempre me gustó cada parte de ti, tú incluido. Tus ojos, tu pelo, tus lunares, y tu sonrisa -sobretodo tu sonrisa-. Me hubiera gustado poder mirarte de cerca y enamorarme aún más de todos esos detalles, pero no pude. Así que, bueno, espero no olvidarlos nunca aunque ahora ya sean solo pequeños fragmentos borrosos de recuerdos.
También me gustaba tu nariz, tan... perfectamente recta. Y tu voz, especialmente cuando me llamabas, solo entonces me gustaba mi nombre.
Tu pecho, tu espalda, tus piernas, tus manos. Tú. Tus hoyuelos. Tú.
La capacidad que tenías para no hacerme sentir sola, o tus heridas, que era similares a las mías aunque tú no lo supieras.
Todo me gustaba.
Me gustabas, no.
Te quería.

jueves, 14 de marzo de 2013

Precipicio.

Tenía que hacer un esfuerzo, más por los demás que por ella, así que levantó la cabeza y se enfrentó a sus miedos.
Avanzó hasta que llegó a una puerta. Un hormigueo recorrió sus piernas, y sintió que se le encogía el estómago. Pero no le importó. Giró el pomo y entró.
Le bastó dar un solo paso para caer al vacío.
<<Quiero irme a casa, quiero irme a casa>> era todo lo que podía decir mientras caía. Se había convertido en una niña pequeña que solo sabía llorar frente a sus temores.
Siguió cayendo y nadie la frenó, nadie le agarró o la impidió precipitarse al vacío. Solo... cayó.
 Y para cuando quiso tocar fondo ya estaba demasiado deshecha como para darse cuenta de que sus miedos eran más grandes que ella.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Corrí a buscarte.

Creo que fue demasiado tarde cuando me di cuenta de las cosas. Pero aún sabiéndolo salí corriendo por la puerta para buscarle.
Llovía y no me importaba ir sin paraguas, solo quería encontrarle.
Corrí mientras la lluvia me mojaba la cara y los charcos bañaban mis zapatillas. Esquivé manadas de gente y choqué con otras muchas personas que creían ser él.
Vi su cara en fotos que no eran suyas, y su voz en llamadas de teléfono que por error descolgué.
Y aún así, nunca dejé de correr bajo la lluvia.
Hasta que le encontré y me paré en seco, y las gotas seguían empapándome las mejillas.
Grité su nombre, pero no me escuchaba, estaba demasiado ocupado recorriendo los labios de otra.
Me quedé parada, mirando como una estúpida.
Y mi abrigo seguía mojado, y mis manos seguían temblando mientras sus manos memorizaban su espalda.
Era tarde, muy tarde. Dolía saber que fui a buscarle sin él haberse molestado en volver a recuperarme.
Creo que fue demasiado tarde cuando me di cuenta de las cosas. Pero aún sabiéndolo me giré para que nadie viera que mis mejillas no estaban húmedas solo por la lluvia.

Hazlo real.

Imagina respirar mi respiración, mi sonrisa a milímetros de la tuya. Desplazar mi mano hasta tu mano recorriendo tu tripa, y terminar enlazando nuestros dedos. Imagina que te beso y yo me convierto en tú y tú te conviertes en mí. Que dejamos de ser dos personas para ser una, fundirnos.
Imagina mi nariz rozando con la tuya, mis labios en tus mejillas, mis dedos acariciando tus lunares, todos ellos. Mi piel, tu piel, ahora son la misma.
Imagina que es real, que estamos juntos, compartiendo sábanas y sueños.
¿Te lo imaginas? Pues hagámoslo.

martes, 12 de marzo de 2013

Sálvame, sálvanos.

Me miraste, y mis manos temblaban, y mis piernas, y mi voz. Sonreíste y me agarraste, llevándome contigo hacia la orilla.
Sonaban las olas, y el agua estaba fría, como el viento que nos rozaba la cara y te alborotaba el pelo de esa manera que tanto me gustaba.
Volviste a tirar de mí, a pesar de que tenía miedo de entrar, y tú lo sabías. Sabías mejor que nadie el pánico que le tenía al oleaje.
Aún así, no pareció importarte, me sonreíste otra vez, y empezaste a meterte en el agua, conmigo.
Podía notar tu mano, agarrándome con fuerza, no me importaba poder ahogarme o hundirme siempre y cuando fuera contigo, así que empecé a correr.
Choqué contra las olas, salpicándome y mojándome la cara. Y reí, y tú reíste.
Seguíamos entrando, mar adentro. Las olas cogían fuerza mientras el agua nos tragaba.
Pero juntos, siempre juntos.
Ahora llovía, el cielo estaba gris, preciosamente gris.
Sin embargo, noté que me soltabas. Entonces, solo entonces, me di cuenta de a dónde habíamos llegado. El agua me cubría hasta el cuello y ya no veía la orilla.
Grité tu nombre, luché por verte, por recuperarte, pero ya no estabas, te habías ido.
No tenía a nadie para agarrarme, estaba sola.
Así que empecé a hundirme, sin ti. Aún mientras caía hacía el fondo, pensé que me sacarías, que vendrías a salvarme, pero no lo hiciste.
Caí y caí y caí.
Hasta que se me agotó todo el aire que me diste en ese último beso, y todo se volvió negro.

Cenizas.

Me gusta el color de tu piel tal que así, a escasos centímetros de la mía, con esos lunares tan característicamente alineados que hacen juego con los míos. Tan blanca y perfecta, como la nieve recién caída, que dan ganas de acariciarla y dejar huella.
La recorrería con mis manos todo el tiempo, hasta saber dónde se encuentra exactamente cada cicatriz, cada marca, saber ubicarlas con los ojos cerrados, y poder besarte al mismo tiempo.
Y la verdad es que ahora que he rozado tu textura, no quiero alejarme. Quiero poder deslizarme entre tus constelaciones de lunares y descubrir otras nuevas que ninguna otra antes haya visto, o tocado, o sentido.
Quiero poder decir que conozco tu piel como la palma de mi mano. Que solo mis heridas encajen con las tuyas.
Sé mío y seré tuya.
Me gusta el color de tu piel tal que así, marcado con los restos de la mía. Como las cenizas de una hoguera, que aunque apagadas, siguen juntas, grises, calientes, como el primer día.

A ti, para ti, por ti.

Sabes de sobra que podrías volver si quisieras. Recorrer conmigo los kilómetros que nos separaron, esta vez juntos y de la mano. Sabes de sobra que podrías volver si quisieras, reparar el daño que has causado o simplemente quedarte a mi lado. Sabes de sobra que podrías volver si quisieras, tragarte el orgullo, a mí, comerme a besos.
Sabes que aunque te pedí que te fueras, podrías volver si quisieras, solo tienes que hablarme. Que te espero, y te esperaré toda la vida, sentada, consumiéndome, haciéndome daño, echando sales de recuerdos a mis heridas.
Sabes, todo esto lo sabes, aunque no lo creas. No era un <<adiós>> era un <<hasta pronto>>, deberías saberlo, que las despedidas nunca soy yo quien las hago.
Sabes de sobra que te quiero, que no puedo sustituirte, ni ser feliz si no estás a mi lado.
Lo sabes.
Y duele.
Y dueles.
Y no vuelves.
Y me hago daño evitando mirarte, miraros, evitando asumir que las cosas han cambiado. Que no estoy en tu vida, ni tú en la mía.
Que pronto tendrás a otra, y no quiero estar delante cuando eso pase.
Procurad sed felices cuando esté dada la vuelta, y no me dé cuenta de que has pasado página y me has olvidado, mientras yo probablemente aún te esté esperando.

sábado, 9 de marzo de 2013

21.

Fui solo dos líneas en tu libro, ni siquiera un capítulo o una página. Ocupé el espacio entre los << te quiero >> y los << te querré >> que no eran míos.
Empecé en el punto y seguido del párrafo de otra, y acabé en el capítulo que le escribiste a la siguiente.
Y cuando me di cuenta, tú ya habías borrado esas dos líneas con mi nombre escrito a lápiz.
Y no quedaron restos marcados en la hoja, porque me escribiste con la poca fuerza que me quedaba para irme.
Aún así malgasté un último suspiro en decirte << adiós >> y en desear que pasar página me resultara fácil. Pero, es difícil borrar un libro entero escrito a bolígrafo.