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miércoles, 1 de enero de 2014

La historia interminable.

Nunca pensé que llegarías a ser tan sumamente dañino. Quizá, de haberlo sabido, la primera vez que te vi habría actuado como una imbécil y te habría dejado ahí tirado, sin responder a tu <<Hola>>, con tal de no dejarte convertir en lo que ahora eres para mí.
Y es verdad que olvidé todos tus lunares, y que creí por un momento que también a ti, pero me resulta imposible no adorarte.
Podrías, por ejemplo, romperme el corazón de mil maneras diferentes (más de lo que ya lo has hecho) y probablemente seguirían brillándome los ojos cada vez que viese una fotografía tuya. Seguiría escribiéndote historias aunque tú jamás llegases a leerlas.
Y es que eres lo que me hace ver mi ventana como un celda y no como una puerta a nuevos mundos. Eres lo que me hace odiar esta ciudad y las películas que siempre me gustaron. Eres, desde siempre, lo único que me hace ser más humana y menos un témpano de hielo.
Eres, sin lugar a dudas, lo único que me hace ser completamente débil. Completamente idiota.
Idiota por tenerte idealizado, por ser capaz de pasarme noches enteras rompiéndome en pedacitos con tal de recomponerte a ti.
Y qué voy a hacer, si las mariposas de mi estómago se vuelven en mi contra cada vez que te veo con otra, aunque tú nunca hayas sido mío.
Qué voy a hacer si lo he intentado todo, y aún así tú sigues siendo la chispa que ilumina mis tardes más oscuras y la oscuridad misma.
Qué voy a hacer, si es imposible.
Tú estás destinado a hacerme daño y yo a ser tu salvavidas, ese que siempre pierde todo su aire para evitar que te hundas de nuevo en la tristeza.
Soy una completa idiota, lo sé.
Pero estoy encadenada a ti desde la primera vez que escuché tu risa, y ya no sé cómo soltarme. 

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