Soy una caprichosa.
Lloro cuando cada vez que
te vas me dejas sola, aunque
hayamos estado juntos desde
las tres
hasta las seis de la tarde.
Lloro cada vez que cuelgas
el teléfono
o me enfado antes de que puedas
si quiera llegar a decir adiós
porque me supera saber
que no te volveré a ver
hasta la llamada siguiente.
Pero quién no va a encapricharse contigo
si eres el invierno menos frío
que ha pisado Madrid en mucho tiempo
y a tu lado los lunes se convierten siempre
en sábados infinitos.
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