Podría sonar el despertador ahora mismo o caerme de la cama, que por mucho que esto fuera un sueño haría todo lo posible por no abrir los ojos.
Siempre me gustó ese tocadiscos que tenías reservado en una esquina, y esos vinilos que tanta envidia me daba no poder tener yo en mi propia estantería. Ese mismo tocadiscos que ahora está girando.
Una pena que no tuviera aquí mi canción favorita para bailarla contigo, aunque fuera primavera y el calor ya estuviera haciendo de las suyas.
<<Venga, vamos a bailar>> pienso.
<<¡Sácame a bailar!>> pienso.
Pero yo sé que tanto a ti como a mí el ritmo nos nació muerto y que sólo sabemos dar forma a la música cerrando los ojos, tumbados en una cama. Como durmiendo pero estando despiertos.
Y de repente, tú te levantas y sacas un vinilo nuevo. No me hace falta saber cuál, porque lo he escuchado tantas veces que aun si fuera sorda, con sólo verlo girar sabría qué nota está sonando.
Luego das media vuelta y te me quedas mirando, sonriendo únicamente de un lado, como a mí tanto me gusta.
<<Venga, vamos a bailar>> piensas.
<<¡Baila conmigo!>> piensas.
Entonces, por cuatro minutos y medio, fuimos océano, meciéndonos al ritmo de las olas. Siendo olas.
Hasta que Bethany Cosentino canta su última nota, y me doy cuenta de que no, que no soy yo la que baila contigo: que es ella.
Y es en ese momento cuando desearía que el despertador sonase, o que mi cama me echase a patadas, con tal de que ''tú estando con otra'' sea sólo una pesadilla y no una obra de estreno de la que soy espectadora.
Pero no hay ninguna alarma conectada, y mis sábanas me quieren más de lo que tú nunca has llegado a quererme.
No hay comentarios:
Publicar un comentario