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miércoles, 26 de febrero de 2014

Al Atlántico.

¿A dónde va el amor cuando se acaba?
Dices
involuntariamente retórica.
Y es que
es casi irónico
cuando preguntas por amor
siendo tú
uno de esos océanos
a los que van las olas a morir
como muere alguien
cada vez
que se enamora
                                                      de ti.

sábado, 22 de febrero de 2014

Pero no eras tú.





Anoche soñé contigo, pero no eras tú. Me trajiste una maleta llena de ropa que nunca podré ponerme para pedirme que volviese, como si esa maleta llena de ropa hubiese sido mía tiempo atrás, y hubiera acabado en tu puerta.
-Vuelve, ven conmigo - decías - vamos a destrozar el mundo de nuevo.
Y yo sonreía, como sonríe un heroinómano antes de tomar la primera dosis de su recaída.
''Vale'', dije. Y empecé a caminar hacia ti de la manera en que camina un niño hacia una tienda de caramelos.
-¡Déjala! - gritó alguien.
-¡Déjala! - gritó otra persona - ¡Ya le hiciste suficiente daño, no te necesita!
Entonces me detuve en seco y vi en tus ojos la mirada vacía de alguien vacío. Dos pozos negros esperando a que yo me hundiese en ellos, a que me ahogase.
-No... - susurré - no voy contigo.
Salí corriendo, todo lo deprisa que pude. No quería irme contigo, porque no eras tú. Tú dejaste de ser tú hacía mucho tiempo. Tú ya no existías. Ni siquiera cuando cerraba los ojos.
Tú habías perdido las mariposas de tu estómago, el latir en exceso de velocidad de un corazón kamikaze. Las sonrisas ladeadas de un imbécil que no puede contener ni sus propios sentimientos. La mirada, las lágrimas, los impulsos altruistas (y egoístas a la vez) de quien se enamora como se enamoran los poetas.
Tú ya no eras un poeta, ni yo la musa de tus versos. Ahora era yo quien escribía poemas sobre tus lunares.

Entonces, de pronto, me detuve de nuevo. Había llegado a una playa. Estaba sola, totalmente sola. El único sonido que rompía el silencio era el de las olas mismas.
Avancé despacio hacia la orilla, aún con la respiración entrecortada, y cansada por haber corrido tanto (ya ves, incluso soñando asfixiabas mis pulmones).
El cielo estaba gris. O azul. O azul y gris al mismo tiempo, igual que mi vestido.
Ya no tenía zapatos, en algún momento habían desaparecido como por arte de magia, y podía sentir el mar acariciando mis pies como tú nunca supiste hacer.
<<¿No quieres saber - parecía decirme - hasta dónde llega el horizonte? ¿No quieres saber qué hay más allá de los sueños?>>
Sí, quería saberlo.
Empecé a entrar en el agua.
Quería saber qué había al otro lado de un océano infinito.
El vestido comenzó a mojarse.
Quería ver dónde terminaba el mundo y huir allí.
El agua me llegaba por la cintura.
Quería descubrir si el fin del mundo era el único lugar donde me protegerías del tú que ya no eres.
Entreabrí los labios para decirte adiós, porque podía sentir cómo me mirabas escondido en algún sitio, pero no supe. Nunca supe qué decirte.
Iba a tocar el horizonte, mis manos casi podían tocarlo, sentirlo, sentir cómo el mundo terminaba en el extremo de la punta de mis dedos. Casi podía sentir que era libre.
Pero no.
Alguien me agarró de la mano y tiró tras de mí. Alguien me sacó del agua y me hizo recordar que me daba miedo adentrarme en un océano.
Pero no eras tú, porque tus manos eran más finas y color porcelana.
Era el sonido de un despertador, a las diez de la mañana.






miércoles, 19 de febrero de 2014

365 días y varios batacazos después.

<<Te darás cuenta de que no era como las demás. Que no era una cualquiera. Date cuenta. Échame en falta al menos, que no parezca que mis lágrimas son en balde.>>
<<Siempre pensé que alguien acabaría ocupando mi lugar, pero nunca imaginé que la sustituta fuera yo.>>
<<Me dedicaré a esperar que algún día regreses, y mientras ocuparán tu lugar, porque sé de sobra que a mi ya me has sustituido. O lo harás.>>
<<¿Cómo quieres que me quede contigo si no me dejas? No importa. Te da igual que me vaya, te da igual perderme. Te doy igual.>>
<<Aún así si quieres marcharte, si no sientes dolor al dejarme, si crees que soy algo sustituible en tu vida, entonces vete.>>
Esto, y otros muchos ''vuelve'' es a lo que lleva el llamado ''desamor''. Es triste, ¿no? llegar a arrastrarse tanto por alguien que lo único que te queda es lanzar al aire mil y una llamadas de atención que nadie ve.
''¡Vuelve! ¡Vuelve!'' ''Oh, mi vida no merece la pena si no estás tú'' son cosas que resuenan en tu cabeza, que resonarán durante un tiempo y que te volverán completamente loca si no sabes cómo hacerlas callar.
La verdad es que es jodido, llegar a sentir tanto por una persona que pierdes el control sobre ti misma, que lo único que quieren tus piernas es correr tras esa espalda; y tú corazón, dejar de latir si no la alcanzas. Crees que nunca vas a salir de ese pozo sin fondo (que algunos no ven tan hondo hasta que caen en él), y que la caída es en picado y chocando con los bordes de un acantilado.
Pero no.
Todo termina, incluso las épocas que más nos cuestan.
Puedes pensar que algo es terrible, que algo no tiene final, que te han hecho daño, que has hecho daño. Pero nunca quieras... nunca te arrastres por que alguien regrese contigo. En serio, no lo hagas.
Si ese chico, o esa chica no se queda es porque el hueco les venía demasiado grande, o demasiado pequeño, que no eran la pieza que encajaba ahí. Por ello, eso no significa que nadie más pueda llenar ese vacío.
No tienes que correr tras él o tras ella, no tienes que obligarle a agarrar tu mano, no tienes que ir llorando por las esquinas como si eso fuera a hacer que tu ''mitad'' sea ese o esa que se ha ido.
Tienes que dejarles ir, tienes que irte tú también. Tienes que llorar, tienes que reír, tienes que sentirte bien estando completamente solo y ser feliz de esa manera, porque solamente así seguirás siéndolo cuando otro alguien venga.
Tienes... que valorarte más de lo que te valoran.

Mi madre decía que las personas son como autobuses: que cuando uno se va, otro viene.
Y es cierto.
Pero eso no quiere decir que tengamos que quedarnos siempre en el mismo trayecto o esperar a que venga uno nuevo. A veces se está bien sentado en el parada viendo cómo pasan frente a tus ojos.

Lo que quiero decirte, a ti que ya no puedes leerme, pero que te hubiera gustado poder hacerlo cuando más sola y más mierda te sentiste.
A ti.
A mí.
Decirte, decirme, que la única capaz de hacerte feliz eres tú misma, que las cosas cambian aunque no lo parezca, que los acantilados que tanto miedo te dan son perfectamente escalables, y que si existiera una máquina del tiempo, fingiría ser otra persona sólo para abrazarte.
Por ello nunca te arrastres, porque no sirve de nada excepto para convertirte en la estúpida que no eres.

Así que por fin, me atrevo a decir, que lo triste de esta vida (afortunadamente triste) es que todo se supera por muy imposible que parezca.



sábado, 15 de febrero de 2014

viernes, 14 de febrero de 2014

El mismo polo opuesto.

Nací gritando ''revolución'' al mismo tiempo que nacía ella
proclamando el pacifismo.
Pinté paredes con mis ideales mientras ella
las hacía bellas con sus versos.
Lloré océanos por dentro al mismo tiempo que ella
lloraba manantiales con sus ojos negros.
Viví gritando que el amor no existe al mismo tiempo que vivía ella
demostrándome que estaba equivocado.
Ella era la calma de mi tormenta y la lluvia de verano.
Ella era la cautela que paraba mis impulsos.
Ella era más de Elvis Presley que de Queen
y
ella era prácticamente todo lo contrario a mí
y
yo era prácticamente todo lo contrario a ella.
Así que no era de extrañar
que ambos fuéramos iguales.
Como si formáramos las dos caras
de un folio en blanco
esperando a ser escrito
por mi bolígrafo y su pintalabios.

miércoles, 12 de febrero de 2014

Borrador de una novela interrumpida.

-''Te quise'' no es quizás lo peor que pueden decirte - dice, desde el otro lado del micrófono -. Quizás son sólo dos simples palabras, pero el caso es que esa persona se dormía o se levantaba pensando en ti, o cocinaba mientras sonaba tu canción favorita de fondo - sonríe con la mirada perdida -, o en mitad de clase de historia se daba cuenta de que tú eras la única guerra que quería librar.
La chica hizo una leve pausa para tomar aire y luego continuó menos energética.
-Y un día, sin más ya no te quiere. Te quiso - se le resquebraja la voz -. Y es entonces cuando te preguntas cómo es posible que alguien deje de querer a alguien en un instante, o dos - inspira hondo, pero nadie parece darse cuenta. Luego continúa más enérgica -. Te preguntas por qué la sangre de sus venas empieza a bombearse por otra persona, y no por ti. Por qué esa persona. Por qué se levanta una mañana diciéndote ''te quiero'' y cierra los ojos diciéndole ''te quiero'' a ella - baja el tono de voz -, cuando tú no eres capaz ni de hablar de él en pasado.
Ella se humedece los entreabiertos labios y echa un vistazo rápido a las hojas que sostiene.
- ''Te quise'' no es quizás lo peor que puede decirte, pero sí lo peor que puede romperte - termina de leer con una leve sonrisa a modo de gracias, y sale del escenario.
La gente aplaude y los focos se apagan.
-¿Quién es? - pregunté.
-La mayor mentirosa que vas a encontrarte en tu vida.
-¿Mentirosa? ¿Por qué?
-Porque escribe poesía - me dijo - la poesía es la mentira más bonita que puedes leer.
-Pero casi llora, ¿no lo viste?
-¡Bah! - hizo un gesto de desdén con la mano.
Quizás, puede, debí haberle hecho caso cuando me advirtió que todos los poetas son grandes mitomaníacos. Pero, cómo iba a creerle si me vi a mí mismo reflejado en sus versos.
Quizás, puede, no debí haberla seguido hasta su mesa para preguntarle cómo se llamaba, ni haber dejado que me llevara por un oscuro callejón hasta su calle favorita. Ni haber descubierto cuál era su canción preferida.
Quizás, no debí haberla conocido ni dejar que ella me conociese a mí.
Pero lo hice, yo estuve allí esa noche en que fui el único que vio que tenía de verdad lo que algunos llaman ''un corazón roto''; y aquella otra noche en que el que tuvo el corazón roto fui yo.
No era una mentirosa.
Era tan honesta que nadie la creía, ni ella creía a nadie. Ni siquiera cuando le decía que la quería.

-Nunca te enamores de un poeta - me dijo ella un día.
-¿Ah, no? ¿Por qué? - pregunté desde debajo de las sábanas.
-Porque exageran lo que sienten o se lo inventan.
-¿Entonces tú haces eso?
-Puede - sonrió.
-A mí no me vas a engañar, yo sé que lo que escribes es de verdad, porque hablas demasiado poco.
Sí, hablaba muy poco. No sabía expresarse. Se trababa cada vez que quería decir algo importante, en parte, porque era una cobarde. Sin embargo a mí me gustaba cuando lo hacía, porque eso significaba que en su cabeza todo estaba más enrevesado. 
Ella era una chica bastante peculiar. Le gustaba estar sola, pero no sentirse sola. Cantaba cuando creía que no había nadie en casa y bailaba tan mal que me producía hasta ternura.
Tenía el pelo largo y ondulado y tan café como sus ojos. Siempre llevaba los labios de rojo. Siempre. Tan rojos que era imposible no mordérselos.
Tampoco sabía cocinar, ni dibujar, ni tocar bien la guitarra aunque le gustase hacerlo de todas formas.
Lo cierto es que era un completo desastre. Y yo no podía resistirme a querer ordenarlo.
Maya era de ese tipo de personas que sólo existen en los libros.

-Quiero que vengas conmigo.
-No puedo.
Ella suspiró y asintió.
-Quiero que vengas conmigo - repitió, como una niña pequeña.
-No puedo.
-Pues entonces no te vayas.
-Tampoco puedo hacer eso.
-No tienes que irte allí a estudiar - me reprimió -. No tenías por qué hacerlo.
-La gente no vive sólo de fantasías y novelas románticas, ¿sabes? - espeté -. Baja de tu nube.
Me arrepentí de haber dicho eso nada más terminar de decirlo. Maya era de ese tipo de personas que sólo viven como en los libros. Nunca tenía los pies en la tierra, siempre estaba soñando como una cría e imaginando cosas imposibles.
-¿Tantas ganas tienes de irte a esa universidad de Inglaterra y perderme de vista? - dijo, antes de cerrar la puerta.
<<No>> pensé.
Y ese era el problema, que yo estaba siempre pensando en lugar de actuando. Siempre pensando en el futuro, siempre pensando en lo seguro. Nunca arriesgándome. Tanto que no me di cuenta de que lo que de verdad quería era quedarme allí con ella.

Quizás, puede, debí haber deshecho las maletas. Quizás, puede, debí haberla escrito aquel poema que tenía siempre en la cabeza cada vez que la veía.
Quizás, puede, debí haberme dado cuenta de que yo también era un poeta, y haberle dicho, que los poetas rompen corazones casi sin darse cuenta. Porque lo que buscan es una historia dramática que convertir en metáforas.

Quizás.
No.
Estoy seguro.
Debí haberme dado cuenta
de que tenía el corazón tan roto
después de irme
como lo tenía ella.
Y haber vuelto a buscarla
antes
de que me buscase a mí.


sábado, 8 de febrero de 2014

Fin.

No me digas que olvidar no es para siempre,
porque entonces
no le veo utilidad
a romper todas tus fotografías de golpe.
Ni a vivir
cada día
con la esperanza de que mañana no vuelvas
de la manera
en que volviste ayer.

Epílogo de un corazón roto.

<<La verdad es que llega un momento en la vida de toda persona - piensa con la mirada perdida - en el que empiezas a ver la realidad como realidad y no como una cuento de ciencia ficción. Es un desvirgamiento filosófico: alguien llega, te hace daño y después ya nada vuelve a ser lo mismo. Ya no puedes ver a las personas como algo duradero, ya no puedes ver la lluvia como algo meteorológico, sino metafórico - entreabre los labios para decir algo, pero todo continúa en su cabeza mientras sus ojos siguen acariciando el cristal de la ventana -. Ya no puedes... tener luz en tus pupilas. Se apaga tu mirada y convives con una espina amarga clavada en el pecho. Sobrevives, no vives. Respiras, pero te estás ahogando - ahora es su mano la que acaricia la ventana -. Y si vives es vivir sin importarte nada, ni nadie. Si vives, es en gris. Como las nubes de tormenta. Y el problema de ese gris - continua pensando después de un rato - es que es casi tan adictivo, como los labios de quién te lo provoca.>>

Entonces se aparta del cristal, y camina con las piernas totalmente desnudas y el pelo recogido hasta la puerta. La cierra, y la habitación se queda casi completamente vacía. Lo único que queda dentro es el silencio de una cama deshecha.
Al poco rato la puerta vuelve a abrirse y la chica entra, igual de atrayentemente desaliñada que antes, pero con un café entre sus manos.
<<Me pregunto si es posible volver a ver el mundo con una paleta de colores diferente a la de las películas de los años cincuenta.>>
Se hace el silencio una vez más, esta vez también en el interior de ella. Alguien había aparecido en su portal.
-Maldito idiota.
La chica se aparta de la ventana y corre la cortina.
El timbre suena, pero nadie abre la puerta.

lunes, 3 de febrero de 2014

De cuando no estás.

Y si te echo de menos
tendré
que decirlo
y gritarle al mundo
lo injusto que me parece.
Y si te echo de menos
tendré
que llorarte un océano
y gritarle al Atlántico
toda la envidia que le tengo
por tenerte.
Y si te echo de menos
se me encoge el estómago
a la vez
que se me encoge el mundo
si no estás tú para hacerme ver
que soy más grande
que mis miedos.
Y sí,
te echo de menos.
Y no existen metáforas que expresen
lo vacía
que me siento
si no te tengo,
                                                              Amor.