La puerta estaba cerrada. No entraba ni una pizca de viento por las ventanas. No había rendija capaz de traerme ese olor a ti que me acariciaba la nariz y me decía "he vuelto" en una bonita mentira.
El olor a ti, a las calles de Madrid que ya no puedo pisar, a las horas que tanto se clavan y tanto nos atan, a tu camiseta favorita. Olor a ti, a tu pelo, a tu risa.
Olor que se desvanece y viene a su antojo, dejando un rastro de ilusiones a su paso.
Y se va. Y no vuelve.
Y de repente mi habitación ya no es calle, ni ropa, ni tiempo.
Mi habitación ya no es tú, pero parece como si estuvieras dentro. Como si nunca te hubieras ido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario