Le tengo pánico a la melancolía desde que tú me la quitaste de encima. Desde que volviste y ya no hubo razones para esconderse bajo las sábanas, salvo si esas sábanas eran las tuyas.
Le tengo pánico, así es, a las puertas cerradas con llave. Al pum-pum de un latir ausente. A los teléfonos que ya nunca suenan o que no suenan como yo quiero.
Le tengo pánico a que te vayas y tener entonces motivos para escribir cosas tristes de nuevo. Para escribir sobre cómo ese chico se parece a ti o sobre cómo quisiera cruzarme contigo.
Te tengo pánico a ti. Porque cuando no estés no habrá nada que no me cause miedo.
No habrá nada que me haga sentir que no te has ido.
No habrá nada que me haga sentir otra vez.