A veces me siento sola, de ese tipo de sola que no termina de serlo porque en el fondo es una mentira piadosa. Porque en el fondo no me siento así. Es igual que tener ganas de comer y decir que se tiene hambre solo para hacerle una visita a la nevera.
Es una metáfora un poco fea, pero lo que quiero decir es que, a veces, estoy hecha de contradicciones.
A veces quiero justo lo que no quiero. Y a veces me siento sola cuando quiero estar sola.
Quizá lo único que me haga falta sea un buen tortazo no literal. Algo que desordene tanto mi desorden que acabe por ordenarse solo.
Pero es muy complicado encontrar tornados que no acaben por llevarse todos nuestros nudos mentales sin llevarnos a nosotros detrás, o con la fuerza justa como para poder deshacerlos. Por eso hay veces que sufrimos tantas bonitas catástrofes humanas buscando la estabilidad propia, que acabamos por convertirnos en un oleaje.
Un oleaje de contradicciones.
Eso es lo que soy.
Un oleaje de contracciones buscando una luna que lo calme.
Y en mi vida a todas horas parece ser de día.
Pero lo verdaderamente curioso es que acabo de terminar de escribir esto y ya no me siento sola. Qué cosas.
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