En noches como esta que ahora se cierra y parece infinita,
pienso en las veces que ocupaste todos mis lados. Pienso en tus manos de
pianista, en tu nariz recta y en el pelo que siempre se despeina a pesar del
mimo de tus dedos.
Hoy, que se hace oscuro y corren tinieblas por todo mi
cuarto, quiero unos brazos que hagan hueco a mis miedos y a todo el amor que
tengo guardado. Que se queda profundo, que me pesa, que no tiene dueño.
Yo no quiero dueño, ni amo. Quiero otra vez el amor que me
han quitado, que nunca me han dado y que si lo hicieron se apagó como el fuego
que ahora mismo me quema por dentro.
No comprendo. Te digo que no comprendo. Esta sensación
agónica, que estrangula pechos ingenuos y los deja sin aliento más allá del suspiro
fúnebre de un adiós que no termina de marcharse.
Me digo: ya no existes. Pero no es cierto. Siento tu muerte
metafórica y se me clava en cada rincón donde un día pusiste tus labios. Se me
enquista aquí, hondo. Aunque sé cómo sacarlo, quiero guardarlo muy adentro.
Quiero pensar que hubo incendio en cada beso, que no había opacidad en las palabras.
Que tú también las llevas tatuadas en la espalda como piedras de granito.
Qué fragilidad, qué levedad me recorre el cuerpo cuando miro
las pocas cosas que aún no he roto llena de rabia. Facilidad de desquitarse, de
desamarse, de no ver más tu cara de niño dormido. Qué simple borrarse, y cómo
duele en el fondo.
Va a llegar el día donde encuentres otras piernas que
acariciar cuando se apaguen las luces, cuando no haya nadie. Va a haber otra
risa que engatuse la tuya y la lleve al extremo de caer loco de euforia. Va a
llegar el día, pero no sé si para ambos.
Ando sin rumbo buscándome a mí y en el camino tengo el temor
de perderme para siempre. Que tu ausencia duele, pero más me atormenta saber
que mi esencia me deje y no vuelva nunca. Me quedo aquí sola, en esta noche que
ahora se cierra y parece infinita, sin nadie más que yo misma para decirme que
para mí también habrá alegrías. Que todo irá bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario