Seguidores

sábado, 27 de octubre de 2018

Que ladren

No puedo aguantar tu mera existencia y antes daba gracias por tenerte aquí pisando la tierra. No soporto que mires más allá de cristaleras, que rías ingenuo, que sigas.
No soporto tu apatía, no soporto tu impunidad. No soporto la levedad que te inunda a pesar del daño.
No soporto nada. No te soporto a ti.
Te voy a borrar de cada plano y no habrá lugar que te acoja en sus brazos. No habrá perdón para vuestros pecados. No tendrás agua más allá de la lluvia.
No soporto tu mirada que me dice entre cinismo que tú siempre me has querido.
Porque no
lo hiciste
nunca.
Escucha: no claves en mí tus ojos que mi imagen ya no es tuya.

lunes, 22 de octubre de 2018

Esencia

Yo soy mujer que quiere rápido y sin esperas. Que te da caricias, te besa las mejillas y coge tu mano como si fuera suya desde siempre. Te empiezo a pensar de un día para otro y no me cuestiono si es querer o las ganas de entrar en el juego del fingirse eternos.
Yo soy mujer que quiere rápido e intenso. Te juraré amor hasta la muerte y más allá de ella, hasta cansarme de decirte que tengo miedo de perder(nos).
Te quiero así, sin tiempo, creyendo que el mundo se acaba al día siguiente.
Pero tan pronto quiero como dejo de hacerlo. No guardo en mi pecho el recuerdo del rechazo. Si tú a mí no me has amado, yo a ti tampoco.
Nunca he besado tus labios.
No he bebido de tus lágrimas.
No he saciado tu hambre de cariño.
Yo soy mujer que quiere rápido, y al mismo tiempo, rápido olvida aquello que fue falso.
No me has querido
y por tanto
No te he querido.

Tu ausencia no existe si tú nunca has estado en mi pecho.

martes, 9 de octubre de 2018

Carta II


En noches como esta que ahora se cierra y parece infinita, pienso en las veces que ocupaste todos mis lados. Pienso en tus manos de pianista, en tu nariz recta y en el pelo que siempre se despeina a pesar del mimo de tus dedos.
Hoy, que se hace oscuro y corren tinieblas por todo mi cuarto, quiero unos brazos que hagan hueco a mis miedos y a todo el amor que tengo guardado. Que se queda profundo, que me pesa, que no tiene dueño.
Yo no quiero dueño, ni amo. Quiero otra vez el amor que me han quitado, que nunca me han dado y que si lo hicieron se apagó como el fuego que ahora mismo me quema por dentro.
No comprendo. Te digo que no comprendo. Esta sensación agónica, que estrangula pechos ingenuos y los deja sin aliento más allá del suspiro fúnebre de un adiós que no termina de marcharse.
Me digo: ya no existes. Pero no es cierto. Siento tu muerte metafórica y se me clava en cada rincón donde un día pusiste tus labios. Se me enquista aquí, hondo. Aunque sé cómo sacarlo, quiero guardarlo muy adentro. Quiero pensar que hubo incendio en cada beso, que no había opacidad en las palabras. Que tú también las llevas tatuadas en la espalda como piedras de granito.
Qué fragilidad, qué levedad me recorre el cuerpo cuando miro las pocas cosas que aún no he roto llena de rabia. Facilidad de desquitarse, de desamarse, de no ver más tu cara de niño dormido. Qué simple borrarse, y cómo duele en el fondo.
Va a llegar el día donde encuentres otras piernas que acariciar cuando se apaguen las luces, cuando no haya nadie. Va a haber otra risa que engatuse la tuya y la lleve al extremo de caer loco de euforia. Va a llegar el día, pero no sé si para ambos.
Ando sin rumbo buscándome a mí y en el camino tengo el temor de perderme para siempre. Que tu ausencia duele, pero más me atormenta saber que mi esencia me deje y no vuelva nunca. Me quedo aquí sola, en esta noche que ahora se cierra y parece infinita, sin nadie más que yo misma para decirme que para mí también habrá alegrías. Que todo irá bien.

domingo, 7 de octubre de 2018

Carta I

Yo siento que el tiempo se me va de las manos. No sé en qué punto me he perdido para dejarme caer en el vaso profundo de un pensamiento que aun mío no lo entiendo como propio.
Tú me dices que me quieres, y al mismo tiempo te despides. Coges la puerta y en el amago de irte acabo saliendo yo, porque no soporto el concepto del desamor. En agosto me querías, llorabas conmigo, secabas mis lágrimas y me escribías con un bolígrafo a penas sin tinta que no te separarías jamás de mi lado. En septiembre se borra lo escrito y como un cristal fino que cae al vacío ya te has marchado. El papel se deshace y entre líneas solo quedo yo queriendo en una sola dirección, que siempre eras tú.
Comencé contigo pensando que eras bondad y el trato afable que merecía después de ser tachada como un despojo. Tú me diste hogar, caricias y palabras de un amor eterno que al final ha durado menos que la nieve en abril.
Con todo, creí desde un principio que solo mirabas hacia mí. Que solo querías si era conmigo. Que yo era el rincón cálido que tanta falta nos hacía a ambos. Me creí única, me pensé huella que arde con fuerza en las marcas de tu espalda. Yo me creí todo. Yo creí ciega, fiel discípula de cada declaración y juramento que ahora, amargos, se me clavan en el pecho.
Tú dices que te duelen mis palabras afiladas que acusan de mentira el amor que me juraste en cada playa. Yo digo que me duele saber que la única verdad es que nunca me has querido.
Cogí un lápiz y tracé en el aire la línea del tiempo en que pensé que me quisiste. Y allí veo que tus ojos no eran míos. Que tus manos no eran mías. Que lo que tú sentías no era hacia mí.
Me siento objeto, excusa y otredad. Me siento ajena. Me siento usada. Soy el regazo que te acogió sin saber que buscabas refugio, que estabas huyendo y yo, ingenua, te besé con la venda bien puesta. Te dije: somos casa.
Y lo cierto es que no hay cimientos. Que no fui especial. Que no me has querido más allá de un colchón emocional.
Tú me miraste a los ojos, me abrazaste en tu pecho y dijiste que tenías miedo de perderme. Ahora que me estoy marchando, solo te sale quedarte mirando. Y ni siquiera eso, porque no tienes el valor de verlo. Porque mi ida es el reflejo de todo el daño que me has hecho.
Mientras, yo lloro en un grito desgarrado. Me destrozo a mí misma. Escarbo razones entre recuerdos que he quemado. Pataleo, lucho conmigo. Me enfado. Me lleno de orgullo. Me lleno de rabia. Me lleno de tristeza y al final caigo exhausta a una cama que es mía pero también fue tuya. Estás en tantos sitios, que no sé a dónde ir.
Me culpo. Me lloro. Me quiero. Me hago de menos. Bien entrada la noche, veo en la madera el trazado de tus dedos. Entonces recuerdo haberte pedido que no desgastases el te quiero. Y al final no había nada degastado: no había nada.
¿Por qué me buscaste? ¿Por qué viniste? ¿Por qué me prometiste? ¿Por qué me mientes hasta cuando me has perdido?
Cogí mi pecho y lo abrí en dos. Puse en la mesa toda mi esencia. Te dije "esto es tuyo". Si me hubieses dejado, te hubiera dado hasta el aire que respiro. Cada centímetro de mí, para ti, envuelto. Me tenías a los pies. Plantando flores allí donde pisabas. Me tenías aquí, en tu mano fina. Bebiendo cada viento que rozaba tu pelo.
Me tenías aquí, estando lejos.
Ahora ya no estaré nunca.
Pero eso a ti no te importa: tú querías esto.
Y que si te duele no es amor. Es la pena de saber que no has podido quererme ni la mitad de lo que yo te he querido.