Existen personas que son estrellas fugaces. Queda cursi decirlo así, pero es como yo lo veo. Las conoces en un determinado punto de sus vidas en el que son maravillosas, más bien únicas. No puedes evitar pensar que te gustaría conservarlas para siempre, porque sabes que aparecen muy pocas veces.
Te das cuenta de que son capaces de observar cualquier mínimo detalle. Acarician tus manos como si fuesen de porcelana y te miran, cuando tú no te das cuenta, ensimismadas. Tienen el superpoder de leer a través de tus pupilas: nada puede ocultarse ahí. Para recitarte, al segundo, todo lo que de ti no sabías.
Apoyan su barbilla sobre tu pelo y te dejan resguardarte del frío en sus cosquillas. Te cogen en volandas para soltarte a cinco pasos de distancia, sólo para hacerte reír. Y agarran tu mano, despacio, cuando tú no te atreves a hacerlo.
Son personas así, etéreas, que te hacen sentir mariposas de nuevo. Tan intensas, como efímeras. Tan bonitas, como inalcanzables.
Estrellas fugaces que ves menos veces de las que deberías.
No hay comentarios:
Publicar un comentario