Seguidores

domingo, 26 de abril de 2015

Con una condición.

Quiero meterme en la cama, cerrar los ojos y que, cuando los abra, deje de estar ahí. Me gustaría poder querer dormir por cansancio físico y no por tristeza. Me dan miedo los siempres y los nuncas asociados a permanencia, sinónimos de que no volverá a ser como antes.
Me siento culpable si me lamento, porque hay lamentos más justificados que dejan al mío en el bando de la exageración, del egoísmo y del cobarde.
Me siento a medio camino de ellos y de ti. De los que pueden y quieren y de los que no quieren pero pueden.
Y les envidio en cierto modo. Y me alegro por ellos en el otro. Para después sentirme dentro de un cristal dibujando mensajes de socorro en el vapor.
¿Quién soy yo para merecer esta incomodidad? ¿Qué he hecho yo para merecer esto?
Nada. Pero la injusticia es bandera de este mundo e himno de muchos. La injusticia es aire que asfixia hasta al más pequeño sueño. Sueño como el que ahora tengo, que camufla mis ganas de ser lluvia bajo el edredón. Y se me encoge el estómago cada vez que lo siento. Maldita punzada que no me deja olvidar mi condición. Maldito afán del universo por ser perfecto. Maldita yo, por haber visto venir de todo menos esto. Esto, que no es mal pero no es bueno. Que existe, pero no. Que simplemente es.
Ya no sé qué es tener el pecho lleno. Ya no sé cómo estremece la no preocupación.
¿Qué tengo que hacer para que se marche? ¿Qué tengo que hacer para volver a ser yo?
Quiero se vaya.
Que me deje.
Y que se rompan los cristales que ciegan mi voz.
Quiero volver a conducir mis pasos y que el dolor sea sólo literatura.
Déjame ver de nuevo las flores. Déjame volver a ser canción.

No hay comentarios:

Publicar un comentario