Seguidores

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Incongruente.

No recuerdo si llovía. Hubiera quedado más bonito, ¿no? que hubiese llovido. Mirando por la ventana llena de gotitas un patio vacío y turbio, quizá. No estabas allí aquella tarde. Ni la anterior, ni el día de después. No estuviste durante mucho tiempo porque yo así lo quise. Me equivoqué, puede, pero con razón. A lo mejor si hubiese sabido leerte, me hubieses dado una sorpresa. O no, qué se yo.
Estuve a punto de decirte a ti. Me sentía tan sola. Un poco estúpida también. ¿Quién me creía para sentir algo? No era lo correcto, era inocente. No podía cambiarte, aunque en el fondo no es lo que quería. Yo quería ser la excepción de la norma que construía tus barreras. Quería correr las cortinas de tu cuarto para que vieras el cielo nublado. Quería conocer tu cuarto. Quería andar contigo de aquí a allá y que me cogieses de la mano sin mirar porque sabias que lo estaba esperando. Que me mirases. Ante todo, quería que me mirases, pero siempre me encontraba a mí misma mirándote a ti. Quería que lloviese y estar contigo debajo. Ahora lo sé.
En aquel momento no sabía lo que quería. Me dejaba guiar por la curiosidad de saber qué era estar con alguien. Y me equivoqué, porque tú seguías estando ahí. Siempre ahí, aunque lo negase.
Quizá la noche para ti siguió siendo noche, y el tiempo caminaba a su paso lento, incesante. Quizá para ti no hubo ningún daño colateral, ni un pensamiento que llevase mi perfume. Quizá para ti ya no existan esos días. No te culpo. No hay culpa.
Nunca supe qué querías tú. Eres tan ambiguo. Pretendes ser claro y sin embargo me siento más confusa que nunca. Finjo estar más confusa que nunca. Porque me aterroriza saber que la respuesta sea tan simple, que no encierre nada dentro.
No hay final feliz. No hay nada más allá de lo que dices. No quiero darme cuenta de ello.
Quiero escuchar  ''quiero verte'' de tus labios. Yo no me atrevo a decirlo.
Porque me da un miedo atroz romper la paciencia y no poder volverte a mirar todas esas veces que tú no reparas en mí.
Todas esas veces que, ahora, incongruente, echo de menos.

lunes, 2 de noviembre de 2015

La ficticia historial real de una tarde que no existe.

Llovía. No hacía frío, pero casi. Era de las primeras veces que salía sola. Una mujer caminaba demasiado deprisa. Un hombre daba tumbos absorto en su teléfono móvil. Personas que venían, personas que pasaban. Ninguna eras tú.
Si fumase, la espera se le haría más fácil. Pero no. No había cigarrillo que camuflase su aspecto solitario, extraño, distraído. Parecía como si el tabaco hiciese de la tristeza algo más que melancolía. Algo más que una desquiciada mirando al suelo y fijando, a veces, su vista en cualquiera que saliese del metro. Buscando, pero encontrando nada.
No eras tú ese chico moreno. No eras tú ese otro con gabardina. Por supuesto, tampoco eras aquel que, de pasada, llevaba tu perfume. No eras, no estabas, no aparecías.
Sin embargo llevaba ya una hora ahí parada. ¿No hacía frío? Pues ahora sí que lo hacía. Hacía mucho frío. El invierno se había colado de golpe. Se estaba helando y tú no eras capaz de llegar. Quizá tu tiempo era de alguien y ella aún no lo sabía. Pobrecita. Nada le hubiese hecho dejar su rinconcito de paciencia, por mucho que lloviese o se le congelase el estómago. Daba igual la cantidad de espejismos que de ti viese. No le importaba confundir tu ropa, tu pelo, tu manera de andar. No diré tus ojos, porque le resultaban inconfundibles, ni tu voz, porque era el terremoto que acechaba sus piernas. Te confundía porque solo quería verte, pero nunca aparecías. Como las estrellas de Madrid en un cielo de mierda. Están, pero no salen. Estás, pero no llegas.
Ya no llueve. Hace frío todavía. Era la primera vez que salía sola, y empezaba a estar harta de no tener acompañante. Una mujer abrazaba a otra a la salida del metro. Un hombre leía un libro apoyado en la pared.
Eras ese chico despeinado. La chica a la que agarras de la mano no quiero saber quién es. Me desgarra. Le desgarra.
Ella tampoco lo quería saber. No deja de mirarte. Le duele sentir decepción. Tú no sabes que está ahí. Nunca sabrás que estuvo ahí todo ese rato. Se ha marchado.
Ves su espalda y quieres decir su nombre. No sirve de nada. Era necesario algo más que las palabras.
Se aleja. Te alejas. La chica se aleja contigo. No hay nada que decir. Ha empezado a llover otra vez. Pero tú no te das cuenta de nada.