Seguidores

domingo, 8 de febrero de 2015

Donde migran las aves.

Cuando abrí la puerta no esperaba verle a él. Pensaba que aparecerías tú, pero no fue así.
-Un paquete para usted.
Qué cuatro palabras tan decepcionantes para alguien que te espera tras el timbre.
Firmé rápidamente y con desdén. No me importaba ni lo más mínimo saber qué contenía aquella caja. De haberlo sabido incluso habría fingido no estar en casa. Habría permanecido bajo mis sábanas a la espera de que te materializases allí mismo, conmigo.
Y sin embargo ahí estaba esa caja, esperando sobre la mesa a que yo la abriese.
No había vestidos rojos, ni pintalabios a juego. No había piernas como las tuyas ni olas tan profundas como las de tu pelo. No había risas, ni pozos café, ni nieve blanca.
Una simple caja de mierda. Una simple caja.
<<Me he levantado de la cama para nada>> pensé.
Pero me equivocaba.
Esa caja, en cierta manera, eras tú.
<<Los tenía preparados antes de que te marchases. Será estúpido, pero no te los he enviado hasta ahora porque todo este tiempo estaba esperando a que volvieses. Creí que de verdad lo harías.
M.>>
La carta olía a tu perfume y estaba ligeramente arrugada, quizá, por tus lágrimas.
Era tu letra, sin duda.
La misma letra que tantas otras veces había adorado por transmitirme reencuentros, ahora me ponía la soga al cuello y me decía, entre líneas, <<debiste haber venido a buscarme>>.
Deje la carta a mi lado como si fuese de cristal frágil, y entonces pude ver, con desgarro, lo que había debajo. Lo que no había querido mirar cuando saqué la carta: aquellos pájaros de papel que yo te enseñé a hacer, y que tú nunca supiste construir bien.
No, no aquellos.
Eran otros.
Estos eran tan perfectos que dudaba de que fueran tuyos. Pero lo eran. Eran tan tuyos que me recordaban a ti. Tanto, que no pude quedármelos, ni tampoco tirarlos.
Cogí de una en una todas y cada una de las aves blancas y las dejé en el alféizar de mi ventana.
Allí, en fila, una junto a otra. Temblorosas y expectantes. Esperando a que el viento se las llevase de vuelta hasta tu puerta, como debí haber hecho yo. Con el coraje que yo nunca tuve.
Tenías razón, debí haber vuelto a buscarte.
No.
Debí no haberme marchado jamás.






No hay comentarios:

Publicar un comentario