Desde que te conozco
ando repitiendo patrones
y palabras y frases
que taché para mí prohibidas.
Has roto todo el invierno
que tenía encerrado en mi cuarto
y ahora
quiero que me lleve el tiempo
y tú,
aunque no se cumplan los deseos infinitos
que planeas con la punta de tus dedos
sobre mi lienzo en blanco.
Y yo
dejo
que cojas mis manos noruegas
que sujetes mi cintura
que susurres a mi oído
días que aún no existen,
pero ojalá.
Yo me dejo.
No tiene explicación:
ya no hay miedo,
tan solo
la pesada incertidumbre
de no saber si tú
sabras cómo esperarme
y controlar las agujas
para que siempre marquen
el momento exacto donde nunca volverán a moverse.