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viernes, 1 de enero de 2016

Gris ceniza.

Cuando era pequeña creía que las personas mayores que no se casaban ni tenían hijos eran unas fracasadas. A veces me sorprende a mí misma darme cuenta de que esa concepción se mantuvo en mis prejuicios más profundos hasta hace pocos años. Me angustiaba, en cierto modo, que aquello también me pasase a mí. Ahora no lo veo algo tan horrible. Es más, opino todo lo contrario.
De ese cambio de perspectiva se han ocupado todas las películas bien o mal llamadas ''realistas'' sobre las parejas adultas. En todas ellas es siempre la misma idea: el amor es muy bonito, sí, pero al principio. Luego ya vienen los problemas y la vida se vuelve amarga y gris. O quizá siempre fue así, pero las películas Disney y demás se encargaron de hacernos creer en un arcoiris al final del camino. Tal cual, pero de manera implícita. ¿Por qué si no el cuento nunca mostraba la vida en pareja? Siempre queda mejor un ''Y vivieron felices y comieron perdices'' que un ''Y acabaron mandando los finales Disney a tomar por culo''.
Pero, analicémoslo en serio. ¿Es que acaso es tan importante el amor? Me parece verdaderamente triste que existan personas incapaces de vivir por sí mismas, de ser felices sin alguien a quien querer. Si es que esa dependencia puede acaso llamarse ''amor'', porque, ¿quieres realmente a esa persona o es tu miedo a estar solo lo que te liga a ella?
Vives por y para escapar de la soledad amorosa y es ese estado continuo de fuga el que no te permite querer bien a nadie, porque solo te quieres a ti mismo. Porque no tienes ni idea de qué es el amor más allá de una americanada barata del amor familiar. De un amor basura que ha acabado por completo con tu individualidad.
A veces parece que se nos olvida que solos llegamos y solos nos morimos, y tampoco es algo tan terrible. Yo no soy una media naranja, me basto yo sola para completarme y no necesito de otra persona. Nadie realmente lo hace. La vida no se reduce a querer ni tampoco se reduce a estar solo. Es evidente que habrá momentos en los que tendremos a alguien y otros en los que no, pero no se puede vivir aferrándose a los demás por miedo a esos instantes de soledad ficticia, porque nunca es soledad, porque el cariño no solamente se nos manifiesta de manera romántica.
No me estoy refiriendo a una soledad en mayúsculas, a una soledad real de verdaderamente no tener absolutamente a nadie y encontrarte a ti mismo, solo, en un apartamento y sin ninguna persona a la que llamar. Me estoy refiriendo a ese vacío que se nos dice que es tal, pero en realidad no es. Al vacío de pensar que no podemos ser felices sin enamorarnos o sin que se enamoren de nosotros, porque de ninguna manera es así. Creo que la vida es algo más. Y sé con seguridad que para poder querer bien primero hay que quererse a uno mismo, reafirmarse y comprender que el amor es saber estar solo. Porque después, cuando tú llegues, tendré la certeza de decir que si quieres marcharte puedes hacerlo, que no me perteneces y que la vida sigue pero que es maravilloso ser libre contigo. Sin ataduras ni contratos. Sin mantenerme a tu lado con el único pretexto de una cama vacía si te dejo ir.
Ese es el amor en el que yo creo, el amor que no es mezcla, sino suma. Aquel en el que tú y yo somos, pero no dejamos de ser tú y yo.